A pesar de los esfuerzos globales, el reciclaje de plásticos sigue siendo insuficiente y genera preocupaciones sobre la producción excesiva.
El reciclaje de plásticos se enfrenta a un grave obstáculo en la lucha global contra la contaminación.
Según estudios anteriores, solo el 9% de los plásticos producidos a nivel mundial ha sido reciclado de manera efectiva.
Esta cifra desalentadora, extraída de un estudio de 2017 que analiza la generación de plásticos desde 1950 hasta 2015, refleja la magnitud del problema: un total de 6,3 mil millones de toneladas de plástico, un peso equivalente a cerca de 54,000 Torres CN. La abrumadora mayoría, es decir, el 91%, termina en vertederos, se quema o se encuentra en el medio ambiente.
Con 175 países actualmente en negociaciones para establecer un tratado vinculante sobre la contaminación por plásticos en Busan, Corea del Sur, persiste la interrogante: ¿por qué se sigue considerando el reciclaje como una estrategia viable para abordar esta crisis? La realidad es que la producción de plásticos continúa en aumento.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reporta que la producción anual de plásticos se disparó de 234 millones de toneladas en el año 2000 a 460 millones de toneladas en 2019.
Los productores de plásticos y las empresas de combustibles fósiles que proporcionan los petroquímicos necesarios están centrados en satisfacer la creciente demanda de productos, promoviendo soluciones que no inhiban este flujo.
La Asociación Química de Canadá, que participa en las negociaciones actuales, ha declarado su apoyo a un acuerdo que fomente la circularidad del plástico, sugiriendo que un futuro sostenible requerirá un uso aún mayor de estos materiales.
Existen evidencias, provenientes de investigaciones de NPR y PBS, que sugieren que la industria siempre supo que el reciclaje no sería suficiente y lo impulsó como una alternativa para evitar prohibiciones más drásticas.
Aunque la industria niega estas acusaciones, promueve tecnologías avanzadas de reciclaje químico, las cuales han sido objeto de análisis críticos.
Por ejemplo, el método de pirolisis, que descompone residuos plásticos a temperaturas elevadas, ha mostrado ser poco efectivo en términos de recuperación de materiales reciclados.
Además, la investigación reciente de científicos, como Samuel Pottinger de la Universidad de California Berkeley, revela que hasta 62 millones de toneladas de plástico son mal gestionadas.
Este plástico a menudo acaba en la naturaleza y contribuye a la creación de micro y nano plásticos, que representan también un riesgo para la salud humana.
Para afrontar esta problemática, Pottinger sugiere la implementación de una política global que establezca un contenido mínimo reciclado del 40% y la necesidad urgente de invertir en infraestructuras de gestión de residuos a nivel mundial.
Los países más ricos presentan mejores opciones para manejar sus desechos, mientras que muchas naciones en desarrollo carecen de estas capacidades, a menudo dependiendo de la importación de desechos plásticos.
La discusión sobre cómo abordar la producción de plásticos nuevos sigue siendo crucial.
Agrupaciones medioambientales y grupos indígenas han resaltado la necesidad de un compromiso que limite la producción de plásticos vírgenes.
Sarah King, estratega senior de Greenpeace Canadá, subraya que un tratado que no aborde la producción excesiva será ineficaz.
La cumbre en Busan es una oportunidad histórica para empezar a frenar la contaminación plástica, pero esto sólo será posible si se toman acciones concretas para reducir la producción.
Finalmente, aunque Pottinger reconoce que reducir la producción de plásticos puede disminuir los residuos mal gestionados, advierte que no hay una solución única que pueda resolver este problema complejo.
La falta de acción proyecta que, de no haber cambios significativos, la generación de desechos plásticos podría alcanzar los mil millones de toneladas anualmente para 2060.