Un grupo de alpinistas británicos afirmó haber alcanzado la cumbre del Everest en menos de cinco días tras inhalar gas de xenón durante su preparación, lo que ha generado debates sobre su seguridad y eficacia, además de preocupar por posibles efectos en la sobrecarga del turismo de montaña.

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El reciente anuncio de un equipo de escaladores británicos que asegura haber conquistado la cumbre del Monte Everest en menos de cinco días, utilizando gas de xenón en su preparación, ha avivado una serie de debates y preocupaciones en la comunidad montañista y médica.

Aunque esta afirmación ha sido refutada por algunos expertos, su posible uso para acelerar ascensos y reducir riesgos ha generado un intenso debate sobre la ética y la seguridad en las expediciones de alta altitud.

El gas de xenón, un elemento presente en la atmósfera en cantidades muy pequeñas, es conocido por sus propiedades anestésicas y usos médicos, como ayuda en diagnósticos respiratorios.

Sin embargo, su aplicación en actividades extremas como el montañismo no está respaldada por evidencia científica concluyente y puede presentar riesgos significativos.

El equipo liderado por Lukas Furtenbach, un reconocido guía de montaña, afirmó que inhalaron xenón en Alemania como parte de su preparación, lo que, según ellos, contribuyó a que alcanzaran la cima en un tiempo récord.

Los escaladores describieron que durante meses practicaron en tiendas de altitud hipóxicas y utilizaron terapias de inhalación de xenón para simular condiciones extremas, además de hacer uso de oxígeno suplementario durante su ascenso.

Para entender el impacto de estas prácticas, es importante conocer el proceso de aclimatación natural del cuerpo a la altitud. Normalmente, los escaladores pasan semanas en el campamento base, realizando ascensos progresivos para que su organismo se adapte a la baja cantidad de oxígeno disponible en la atmósfera superior del Everest, situada a 8.848 metros sobre el nivel del mar.

Especialistas en medicina de alta altitud advierten que el uso de sustancias como el xenón sin un control riguroso puede ser peligroso. El doctor Rob Casserley, que ha escalado montañas como el Everest en varias ocasiones, señala que el entrenamiento tradicional y la aclimatación natural son esenciales para garantizar la seguridad.

‘‘El uso de este gas puede enmascarar signos de agotamiento o mal de altura, provocando que los montañistas intenten ascensos peligrosos sin la preparación adecuada’’, advierte.

Además, existe la preocupación de que el uso de xenón pueda fomentar una falsa sensación de seguridad y fomentar que montañistas con poca experiencia intenten ascensos rápidos, sin la preparación física y mental necesaria.

Esto puede agravar la sobrepoblación en ciertas rutas del Everest, como la de Hillary Step, donde filas y congestiones representan un grave riesgo de avalanchas, caídas y problemas de salud.

A lo largo de la historia, el Everest ha sido escenario de múltiples tragedias que han puesto en evidencia los riesgos del ascenso rápido y mal planificado.

En 2019, la temporada registró la pérdida de 11 vidas, en un contexto de aumento de turistas y expediciones que en algunos casos se aventuran sin la experiencia o preparación adecuada.

La introducción de métodos no probados, como inhalar xenón, podría empeorar aún más esta situación.

Por otro lado, algunos expertos cuestionan la validez de las afirmaciones sobre la efectividad del gas. La ciencia aún no ha demostrado que la inhalación de xenón mejore la aclimatación ni que pueda reducir significativamente el tiempo para alcanzar la cima de manera segura.

La Administración Mundial Antidopaje (WADA) incluyó en 2014 al xenón en su lista de sustancias prohibidas, tras estudios que sugieren que puede estimular la producción de eritropoyetina, una hormona que incrementa la cantidad de glóbulos rojos y, en teoría, la capacidad de transporte de oxígeno en la sangre.

Asimismo, expertos en medicina de montaña, como el Dr. Peter Hackett, destacan que la verdadera clave para un ascenso seguro radica en la preparación física, mental y en la experiencia acumulada en expediciones previas.

La aclimatación natural, aunque lleva más tiempo, permite a los cuerpos adaptarse progresivamente a la alta altitud, reduciendo significativamente el riesgo de mal de altura, edema pulmonar o cerebral y otros problemas de salud.

En conclusión, si bien innovaciones y nuevos métodos pueden parecer prometedores para reducir los tiempos de ascenso, es fundamental seguir las prácticas tradicionales probadas y asegurar que toda expedición cuente con la experiencia y preparación necesarias.

La salud y la vida de los montañistas deben ser priorizadas sobre avances no comprobados, que pueden poner en peligro a quienes intentan coronar la cima del mundo en condiciones demasiado rápidas o peligrosas.

La comunidad internacional sigue investigando los efectos del xenón en altitudes extremas, pero por ahora, la prudencia y la preparación sigue siendo la mejor estrategia para enfrentar los desafíos del Everest.