Investigadores descubren que el meteorito S2, que impactó la Tierra hace más de 3.000 millones de años, fue hasta 200 veces más grande que el que causó la extinción de los dinosaurios y tuvo un efecto fertilizante en la vida primitiva.

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Un reciente estudio ha arrojado luz sobre el impacto de un meteorito gigantesco en la Tierra, que ocurrió hace aproximadamente 3.000 millones de años.

Este meteoroide, conocido como S2, era tan grande que su tamaño alcanzaba entre 40 y 60 kilómetros de diámetro, lo que representa entre 50 y 200 veces la masa del meteorito responsable de la extinción de los dinosaurios.

La investigación fue publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y revela que el S2 impactó en lo que hoy es Sudáfrica, generando un cataclismo de proporciones inimaginables.

A medida que este meteorito se precipitaba hacia la Tierra, la temperatura en su punto de impacto era tan alta que las aguas de los océanos comenzaron a hervir.

En aquel momento, de acuerdo a los datos, la única vida que existía en el planeta eran bacterias y microorganismos.

Los efectos inmediatos del impacto fueron devastadores.

El choque liberó una onda de presión en forma de explosión y generó gigantescos terremotos que se sintieron en todo el planeta.

Además, el calor intenso vaporizaría la corteza terrestre, creando una nube de vapor de roca que se integró a la atmósfera, cubriendo el cielo de polvo y oscuridad.

"Imagina estar en una pequeña isla volcánica en ese momento.

Verías una intensa luz brillante seguida de un impacto que provocaría un sinfín de catástrofes", comentó Nadja Drabon, geóloga de la Universidad de Harvard y autora principal del estudio.

Al impactar el océano, el S2 generó una ola de tsunami de proporciones colosales, probablemente mayor que cualquier tsunami registrado en la historia humana.

Este evento habría arrasado costas y devastado la vida marina en un radio considerable.

Sorprendentemente, los investigadores también descubrieron que, a pesar de la destrucción, el S2 tuvo un efecto positivo a largo plazo para el desarrollo de la vida en la Tierra.

Se cree que el meteorito actuó como una 'bomba de fertilizante', liberando fósforo en los océanos.

Este nutriente vital, escaso en las primeras aguas oceánicas, posibilitó una explosión de vida después del impacto.

Además, el movimiento del agua debido al tsunami ayudó a traer nutrientes del fondo del océano a la superficie, favoreciendo así el crecimiento de microorganismos.

En las décadas siguientes al evento, la vida en el planeta no solo sobrevivió, sino que se expandió y prosperó, aprovechando las condiciones regenerativas que siguieron al devastador impacto.

Estos hallazgos son admirables, ya que demuestran cómo los eventos catastróficos pueden desencadenar procesos de renovación en la naturaleza.

Según los registros geológicos, el impacto de otros meteoritos a lo largo de la historia de la Tierra, como el que acabó con los dinosaurios hace unos 66 millones de años, son recordados como tragédias, pero el meteorito S2 ha contribuido de manera crucial al curso evolutivo del planeta.

Este estudio resalta la importancia de investigar los eventos de impacto en la Tierra, ya que pueden ofrecer información valiosa no solo sobre catástrofes, sino también sobre la resiliencia de la vida y sus capacidades de adaptación frente a cambios drásticos.