Las autoridades de Sud Australia declaran la proliferación de una flor de algas tóxicas como desastre natural tras causar la muerte de miles de animales marinos, afectar el turismo y frenar la acuicultura en la región.

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Desde la detección del bloom algal, se han reportado la muerte de más de 13.850 especies marinas, incluyendo peces, moluscos, cangrejos y otros invertebrados, lo que representa una pérdida ecológica enorme y un desequilibrio en la cadena alimentaria marina.

Entre las especies afectadas se encuentran tiburones, rayas y diferentes tipos de crustáceos, cuyos cadáveres han sido hallados a lo largo de la costa desde O'Sullivan Beach hasta Hallett Cove, en Adelaide.

Este aquilatado impacto ecológico también ha provocado efectos económicos severos. La industria turística de la región ha visto reducidas sus visitantes, al igual que las explotaciones de mariscos como ostras y mejillones, que han tenido que suspender sus operaciones temporalmente debido a la presencia de toxinas en el agua, que hacen inviable su producción.

La leyenda de la pesca local también ha sufrido, con pérdidas materiales estimadas en unos 11 millones de euros (equivalentes a unos 16 millones de dólares australianos), en gran parte a causa de la contaminación.

La causa principal de esta proliferación descontrolada de algas ha sido una sobreproducción del alga Karenia mikimotoi, un organismo que, al descomprimirse, consume oxígeno del agua y libera toxinas peligrosas para la vida marina.

El fenómeno ha sido impulsado por un evento de olas de calor marinas que empezó en 2024 y elevó las temperaturas del océano alrededor en unos 2.5 grados Celsius (aproximadamente 4.5 grados Fahrenheit), niveles que son los más altos registrados en décadas. Esta subida en la temperatura del agua ha favorecido, claramente, la proliferación de estas algas nocivas.

Expertos en ciencias marinas advierten que estos tipos de floraciones algales podrían volverse más frecuentes con los efectos del cambio climático.

Michael Parsons, profesor de ciencias marinas en la Universidad de la Costa Golfo de Florida, explica que alteraciones en los patrones de temperatura hacen que especies como Karenia mikimotoi puedan sobrevivir y prosperar en temporadas en las que anteriormente no lo hacían.

Atribuido al mismo cambio climático

Por otra parte, el aumento de las precipitaciones recurrentes, atribuido al mismo cambio climático, arrastra nutrientes desde las tierras hacia el mar, alimentando aún más la proliferación de estas algas dañinas.

En este sentido, el profesor Parsons indica que, una vez que las algas florecen, las acciones humanas para controlarlas son limitadas, ya que no existe una forma efectiva de filtrado masivo del agua para eliminar estas toxinas.

Las autoridades ambientales han puesto en marcha un plan de ayuda de aproximadamente 11 millones de euros (unos 17 millones de dólares australianos) para mitigar los efectos de la proliferación algal, destinando fondos a esfuerzos de limpieza, investigación y apoyo a las comunidades afectadas.

Sin embargo, los científicos advierten que los efectos de este bloom podrían prolongarse durante años, puesto que los tóxicos liberados se introducen en la cadena alimentaria y los ecosistemas tardan tiempo en recuperarse.

El ministro de #medio ambiente de Australia, Murray Watt, calificó la situación como un evento ambiental «muy serio», aunque evitó declararlo como un desastre nacional que requeriría mayores apoyos federales.

La gravedad de la crisis también ha sido marcada por publicaciones en plataformas como iNaturalist, donde se han registrado ya más de 13.850 animales marinos muertos, incluidos tiburones y rayas.

Este fenómeno no solo afecta a Australia. Expertos en #ecología marítima afirman que el aumento en la frecuencia y extensión de estas floraciones algales nocivas es una tendencia global y una consecuencia directa del incremento de las temperaturas oceánicas por el cambio climático.

La proliferación de algas tóxicas tiene el potencial de alterar de manera duradera la biodiversidad marina y las economías costeras en diferentes partes del mundo, incluyendo regiones del Atlántico y del Pacífico.

Por ello, la comunidad científica y las autoridades ambientales hacen un llamado a la acción global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar los daños que ya están ocurriendo en los ecosistemas marinos.