Aprende cómo convertir tu jardín en un hábitat que apoye a los insectos polinizadores, clave para la biodiversidad y la producción de alimentos, mediante plantas nativas y prácticas sostenibles.
Según diversos estudios, casi el 75% de las plantas en el mundo dependen de estos insectos para reproducirse, y aproximadamente un 35% de los alimentos que consumimos a nivel global también requieren de su labor.
Sin embargo, en países como Canadá, se evidencia una notable disminución en estas especies debido a la pérdida de hábitats, el uso de pesticidas y los efectos del cambio climático.
La urbanización y la expansión de zonas agrícolas intensivas reducen cada vez más los espacios naturales donde estos insectos pueden alimentarse y criar.
Desde hace varias décadas, grupos ecologistas y científicos advierten sobre la necesidad de crear entornos que protejan a los #polinizadores y los ayuden a recuperarse de las amenazas a las que enfrentan.
En esa línea, muchas comunidades y particulares están adoptando jardines especializados, conocidos como hábitats para polinizadores, con la intención de brindar refugios seguros y fuentes de alimento para estas especies vitales.
Un aspecto fundamental para mejorar estos espacios es la selección de plantas nativas. Estas vegetaciones, adaptadas a las condiciones climáticas y del suelo locales, proporcionan néctar y polen en las etapas correspondientes de su ciclo de vida.
A diferencia de las plantas exóticas, las nativas también contribuyen a sostener a las especies animales que dependen de ellas en diferentes fases de su desarrollo.
Por ejemplo, la mariposa conocida como la dama pintada requiere sobre todo algodones y plantas de cardo en su etapa larvaria, mientras que otras, como el skipper de los bosques, necesitan hierbas autóctonas.
Eliminar o sustituir estas plantas puede llevar a la extinción de ciertos insectos especializados, afectando toda la cadena alimenticia.
Que pueden ser tóxicos para los polinizadores
La creación de jardines sostenibles también implica dejar de lado los fertilizantes químicos y pesticidas, que pueden ser tóxicos para los polinizadores.
En su lugar, se recomienda usar compost, restos de hojas y tierra, y coberturas vegetales naturales que ayuden a controlar las malezas y a dotar de nutrientes al suelo.
La utilización de plantas repelentes a plagas, como el ajo, la caléndula y el tagete, además de promover la presencia de depredadores naturales como las mariquitas y las mariquitas, ayuda a mantener sin químicos un ecosistema saludable.
En cuanto a las prácticas de jardinería, usar herramientas eléctricas en lugar de las de gasolina reduce las emisiones contaminantes y el ruido. Muchas empresas están adaptándose a esta tendencia, promoviendo un cuidado del entorno más respetuoso con la biodiversidad.
Además, algo sencillo pero efectivo es dejar hojas, semillas y tallos en ciertas áreas del jardín, permitiendo que sirvan de refugio y alimento para insectos y pequeños animales.
Esto puede hacerse sin comprometer la estética del espacio y, de hecho, en verano, la vegetación suele cubrir estos restos, integrándolos de forma natural.
La transformación de los jardines en refugios para polinizadores plantea un paso importante hacia la conservación de especies en riesgo y la protección del ecosistema en general.
La implementación de plantas nativas y prácticas amigables con el medio ha demostrado ser efectiva, y muchas organizaciones ofrecen recursos y asesorías para quienes deseen contribuir desde sus espacios.
La historia de otros países y localidades muestra que pequeños cambios pueden generar un gran impacto, ayudando a revertir el declive de estos insectos esenciales y fomentando una relación más armónica con la naturaleza.
En el contexto del #cambio climático y su impacto en los hábitats naturales, cada acción cuenta. La creación de ambientes sostenibles en jardines no solo favorece a la biodiversidad, sino que también ofrece beneficios para la salud mental y física de quienes disfrutan de un espacio cuidado con conciencia ecológica.
