La ciudad de Boston reemplaza las zonas verdes tradicionales en las aceras por estructuras de infraestructuras verdes como biosistemas para gestionar mejor el agua de lluvia y reducir riesgos de inundaciones, en respuesta al aumento de fenómenos climáticos extremos.

Estos espacios, que consisten en depresiones ajardinadas diseñadas para captar y filtrar el agua de lluvia, representan un cambio importante en la manera en que las ciudades abordan los desafíos del cambio climático.
Tradicionalmente, en muchas grandes ciudades, las medianas y bordes de las calles están cubiertos por céspedes que, en condiciones de lluvia intensa, simplemente dejan escurrir el agua, contribuyendo a inundaciones y saturando los sistemas de alcantarillado.
Sin embargo, Boston ha comenzado a transformar estos espacios en bioswales, que además de gestionar el agua pluvial, mejoran la calidad del aire, reducen las islas de calor urbanas y brindan hábitats para la fauna local.
La idea de incorporar infraestructuras verdes no es nueva; Vancouver, en Canadá, ha sido pionera en este campo mediante la implementación de jardines de lluvia y otros sistemas vegetales para gestionar las precipitaciones de manera eficiente.
Boston, consciente de la creciente severidad y frecuencia de eventos climáticos extremos, ha decidido apostar por esta estrategia, transformando áreas en depresiones ajardinadas que disminuyen el riesgo de inundaciones y contribuyen a la resiliencia urbana.
La transformación requiere excavar el suelo y crear depresiones menores que permitan que el agua de las calles fluya hacia estas zonas verdes. Las depresiones se llenan con plantas autóctonas, como gramíneas y flores silvestres, que facilitan la filtración y absorción del agua, y que además requieren menos mantenimiento y recursos comparados con el césped convencional.
El compromiso de Boston con la #infraestructura verde se refleja en una política municipal que exige la integración de estas soluciones en todos los proyectos de reconstrucción de calles importantes
El compromiso de Boston con la infraestructura verde se refleja en una política municipal que exige la integración de estas soluciones en todos los proyectos de reconstrucción de calles importantes.
Por ejemplo, en la reconstrucción de la carretera Cummins, que anteriormente registraba altos índices de accidentes, se instalarán 32 jardines de lluvia y una vía de hormigón permeable para bicicletas.
Asimismo, cerca de 20 proyectos de calles tranquilas en distintos barrios incorporarán elementos como “bump-outs”, que además de reducir la velocidad del tráfico, pueden servir como espacios de plantación.
Para mantener estos sistemas en óptimas condiciones, la ciudad ha creado en 2022 la Oficina de Infraestructura Verde, que trabaja con contratistas, voluntarios y programas de capacitación, asegurando un mantenimiento adecuado que garantice la longevidad de las instalaciones.
Este enfoque no solo mejora la eficiencia en la gestión del agua, sino que también fomenta la participación comunitaria. En Vancouver, por ejemplo, la implicación de voluntarios ha sido clave para mantener estos espacios, creando un mayor apoyo social y sentido de pertenencia.
El cambio de paradigma refleja una tendencia global hacia ciudades más resilientes, donde la planificación urbana se integra con soluciones ecológicas y sostenibles.
En medio de un escenario de aumento de eventos climáticos extremos, estos diseños innovadores ofrecen una forma práctica y estética para reducir los riesgos, proteger el #medio ambiente y mejorar la calidad de vida urbana.