Una langosta de color naranja fue encontrada en las costas de Gaspé, Quebec, una especie extremadamente inusual con una probabilidad de 1 en 30 millones de ocurrencias. Esta singularidad impresiona a los expertos y genera interés en el mundo marino y acuícola. La langosta será preservada para exhibiciones y estudios, pero también podría ser devuelta a su hábitat natural.

En la región de Gaspé, en la provincia de Quebec, una hallazgo extraordinario sorprendió a pescadores y expertos en vida marina: una langosta de color naranja fue capturada en las aguas locales.
Aunque a simple vista puede parecer un ejemplar común, su pigmentación única la convierte en una criatura verdaderamente especial con una probabilidad estimada de 1 entre 30 millones de ocurrencias.
Esta rareza supera ampliamente la de las langostas azules, que ya son consideradas bastante poco frecuentes.
Yvon Jalbert, un pescadero con más de 40 años de experiencia en su oficio y director del mercado de pescados Les Pêcheries Gaspésiennes de Rivière-au-Renard, confesó que nunca había visto una langosta de ese color durante toda su carrera.
Para él, la aparición de una langosta naranja es casi como un evento de otro mundo. “Es bastante raro. Hemos visto langostas amarillas y azules, pero naranja, nunca”, comentó Jalbert.
Desde un punto de vista biológico, el color habitual de estas criaturas varía del marrón rojizo al gris, ayudándolas a camuflarse en su entorno natural.
La variedad de colores en las langostas surge por la presencia de pigmentos que interactúan en su caparazón. El color típico azul o amarillo, visible en las articulaciones, se debe a la presencia de pigmentos como la crustacyanina, que es responsable del tono azul, y a pigmentos rojos.
El hallazgo en esta ocasión es particularmente interesante porque, en lugar de la usual combinación de pigmentos, la langosta capturada muestra una coloración predominantemente naranja, resultado de una estructura de pigmentación distinta.
Los científicos explican que esto ocurre cuando la langosta produce un tipo limitado de “cámaras” de pigmento, en lugar de las múltiples capas que producen los tonos azules o rojos más complejos.
Expertos en la materia han señalado que esta rareza no sólo tiene valor científico, sino que también suscita un impacto en las actividades piscícolas y en la conservación de especies marinas.
Aunque la langosta naranja podría ser utilizada con fines científicos o para exhibiciones en acuarios y museos, existe también la posibilidad de devolverla a su hábitat natural, hecho que muchos especialistas consideran lo más recomendable.
La langosta, una vez cocida, adquiere el característico color rojo que todos conocemos, independientemente de su tonalidad original. Este fenómeno es un rasgo común en estos crustáceos, que cambian de color cuando son sometidos al proceso de cocción.
La captura de este ejemplar ha generado interés en diversos ámbitos, desde el conservacionismo hasta la industria acuícola. La langosta será sometida a un seguimiento cuidadoso y podría ser exhibida en museos o centros de investigación. Además, la comunidad pesquera local anunció su intención de mantenerla viva por un tiempo para que los visitantes puedan apreciarla y entender mejor la biodiversidad marina.
Por ahora, se desconocen las razones exactas que provocan estos cambios en la pigmentación, aunque se cree que mutaciones genéticas o alteraciones en la producción de pigmentos son las principales causas.
Desde hace décadas, las raras langostas azules, amarillas y, en algunas ocasiones, albinas, han fascinado a científicos y al público, incrementando la curiosidad por los procesos genéticos que generan estas variaciones.
Este hallazgo en Gaspé evidencia la riqueza y complejidad de la vida en las profundidades del océano Atlántico y refuerza la importancia de proteger los ecosistemas marinos para conservar estas criaturas únicas.
La langosta naranja de Quebec ahora forma parte de esta lista de especies excepcionales que nos recuerdan lo mucho que aún tenemos por descubrir en los mares.