El pionero de la inteligencia artificial, Yoshua Bengio, urge a Canadá a construir una supercomputadora pública de $1B para mantenerse al día con las gigantes tecnológicas privadas y regularlas.
El profesor de la Universidad de Montreal, Yoshua Bengio, ha estado pensando durante un tiempo en qué sucede si la tecnología que ayudó a crear se vuelve más inteligente que los humanos y escapa a nuestro control.
Según Bengio, podríamos crear nuevas entidades vivientes que consideren su propia preservación como un valor más importante que la nuestra.
Estas entidades podrían algún día "vagar por el planeta" junto con robots.
Ante esta preocupación, Bengio está considerando soluciones políticas para evitar este escenario siniestro.
Como director científico de Mila, el instituto de inteligencia artificial con sede en Montreal que fundó en 1993, Bengio considera que la regulación es la primera medida a tomar.
Sin embargo, eventualmente los gobiernos querrán recuperar parte del control, tal vez construyendo su propia infraestructura.
Esto incluye la construcción de computadoras mucho más potentes, equipadas con miles de unidades de procesamiento gráfico (GPU), componentes ideales para el entrenamiento o prueba de grandes modelos de lenguaje de inteligencia artificial como ChatGPT.
Bengio quiere que estas máquinas se construyan en Canadá, financiadas por el gobierno, para que las entidades públicas tengan la capacidad digital para mantenerse al día con las gigantes tecnológicas privadas a las que se les asignará la tarea de supervisar o regular.
Según Bengio, esta supercomputadora costaría alrededor de mil millones de dólares.
Al presentar la idea a los gobiernos canadienses, la respuesta hasta ahora ha sido "estamos escuchando". El profesor reconoce que es mucho dinero, pero destaca que otros gobiernos, como el Reino Unido, ya están invirtiendo grandes sumas para construir computadoras públicas más potentes para la inteligencia artificial.
En Canadá, los recursos de inteligencia artificial accesibles al público son mucho menores en comparación con las gigantes tecnológicas privadas.
Calcul Québec, una organización que opera supercomputadoras para la investigación científica pública en Montreal, tiene un total de 1,300 GPU disponibles para investigadores universitarios en Canadá. Sin embargo, esto es insignificante en comparación con lo que las gigantes tecnológicas como Meta planean tener a su disposición para desarrollar la inteligencia artificial general en el futuro.
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Reddy destaca que, si bien los investigadores tienen acceso a GPU a través de clústeres de computación como el de Calcul Québec, la escala de estos recursos es insuficiente para ejecutar modelos de inteligencia artificial grandes como ChatGPT. Reddy apoya la idea de Bengio de construir supercomputadoras públicas para trabajar con estos modelos, pero también señala la importancia de reconocer el impacto ambiental del consumo energético requerido para operar estas máquinas.
Además de abogar por una mayor infraestructura de inteligencia artificial pública, Bengio también insiste en la necesidad de una supervisión democrática y una regulación gubernamental en el sector.
No solo se trata de mitigar los riesgos y daños actuales de la inteligencia artificial, sino también de prepararse para los riesgos hipotéticos a largo plazo.
Bengio ha llamado la atención al gobierno federal de Canadá por moverse demasiado lento en la adopción del proyecto de ley C-27, que busca regular parcialmente la inteligencia artificial.
Aunque algunos críticos consideran que enfocarse demasiado en los riesgos existenciales de la inteligencia artificial distrae de los problemas reales que ya está causando la tecnología, Bengio afirma que es posible mitigar los daños actuales y prepararse para los futuros.