Los avances hacia un futuro con energía limpia están impulsando a gobiernos y empresas a reconsiderar la energía nuclear como una fuente viable y necesaria.
La energía nuclear vuelve a ocupar un lugar destacado en la discusión sobre cómo satisfacer la creciente demanda de electricidad y alcanzar objetivos climáticos ambiciosos.
Recientemente, se han observado renovados esfuerzos en países como Canadá, Estados Unidos y varias naciones en el extranjero, donde tanto gobiernos como gigantes tecnológicos están explorando esta fuente de energía para generar electricidad de manera sostenible.
Por ejemplo, el gobierno de EE. UU. anunció planes para triplicar su capacidad nuclear hacia 2050. Este giro hacia la energía nuclear se debe en parte a la creciente necesidad de fuentes de energía que no emitan dióxido de carbono, especialmente en un mundo que busca mitigar el cambio climático.
Además, empresas tecnológicas como Microsoft, Google y Amazon han comenzado a adoptar la energía nuclear para alimentar sus cada vez más exigentes servicios de inteligencia artificial, lo que pone de relieve la intersección entre el poder tecnológico y la infraestructura energética.
En Canadá, se están realizando esfuerzos por modernizar las antiguas plantas nucleares y construir nuevas instalaciones.
Provincias como Ontario han liderado el camino este año, mientras que otras como Nueva Brunswick, Alberta, Saskatchewan y Quebec también están analizando sus posibilidades nucleares.
A nivel internacional, China ha más que doblado su capacidad nuclear en la última década, mientras que en la cumbre climática de la ONU COP29, seis países más firmaron una declaración comprometida a triplicar la producción de energía nuclear para el mismo año.
La historia de la energía nuclear ha sido tumultuosa desde sus inicios.
Durante las décadas de 1970 y 1980, se construyeron numerosos reactores, pero la tragedia de Chernobyl en 1986 generó un clima de miedo y desconfianza hacia la energía nuclear.
En 1990, solo el 17% de la electricidad mundial provenía de esta fuente; ahora, esa cifra ha caído a aproximadamente el 9%. El impacto del desastre de Fukushima en 2011 reafirmó la precariedad de esta energía, llevando a varios países a la decisión de desfavorecer la construcción de nuevas plantas nucleares.
No obstante, el panorama actual está cambiando.
A medida que los países se comprometen a reducir sus emisiones de carbono, la energía nuclear, que no libera CO2 en su proceso de generación, se presenta como una solución viable.
El aumento de los precios de los combustibles fósiles tras la invasión rusa de Ucrania ha intensificado aún más la búsqueda de fuentes de energía interna y seguras.
Actualmente, muchas industrias que dependen de un gran consumo de energía están mirando hacia la energía nuclear como una solución a largo plazo.
Sin embargo, el costo inicial elevado de construir nuevas plantas nucleares sigue siendo una preocupación.
El costo del proyecto de Ontario para modernizar la planta nuclear Darlington fue de aproximadamente 14,5 mil millones de euros, el doble de lo esperado inicialmente.
Pese a esto, estas instalaciones han funcionado durante décadas, cubriendo el 20% de la demanda eléctrica de la provincia.
A pesar de la adversidad del pasado, el consenso parece ser que la energía nuclear podría recuperar su lugar en una matriz energética moderna y libre de carbono.
A medida que la presión por reducir las emisiones aumenta y las tecnologías de energía renovable continúan evolucionando, la integración de la energía nuclear puede ser clave para crear un sistema energético equilibrado y sostenible en el futuro.