Un nuevo estudio destaca un incremento en la falta de civismo entre los estudiantes canadienses post-pandemia, preocupando a educadores y expertos.
Un creciente número de educadores en Canadá ha expresado que los alumnos, en general, muestran una falta de educación notable en comparación con años anteriores, y un reciente estudio de la Universidad Brock, realizado en Ontario, respalda estas observaciones.
Según los docentes, desde el inicio de la pandemia, se ha incrementado considerablemente el comportamiento disruptive en el aula, que abarca desde conversaciones fuera de turno hasta interrupciones constantes durante las explicaciones de los profesores.
Marylinda Lamarra, una profesora de secundaria del distrito escolar católico de York, señala que las normas de cortesía han perdido relevancia en las aulas.
La enseñanza a distancia durante la pandemia ha hecho que muchos estudiantes se sientan con derecho a interrumpir y hablar sin esperar su turno, lo que ha llevado a un ambiente de clase más caótico y menos respetuoso.
"Los estudiantes están más empoderados para expresar cualquier pregunta en el momento que se les ocurra, incluso levantándose para pedir permiso para ir al baño mientras todavía estoy enseñando", afirma.
Este fenómeno no es aislado.
La investigación realizada con 308 jóvenes de entre 9 y 14 años reveló que comportamientos como el envío de mensajes de texto en clase, interrumpir a los docentes y recoger sus cosas antes de que la lección haya concluido se han vuelto más frecuentes.
Las respuestas de este grupo se compararon con datos recolectados en 2019, lo que destacó una marcada diferencia en el civismo en el aula.
Aunque otros problemas, como el acoso escolar y el bienestar emocional, mostraron poco cambio, el aumento en la grosería es alarmante.
Natalie Spadafora, quien lideró el estudio en la Universidad Brock, advierte que, a pesar de que ciertas acciones parezcan meras molestias, no deben ser minimizadas.
"El comportamiento grosero acumulado puede tener efectos negativos, y si no se aborda, puede derivar en conductas antisociales más graves", afirma.
Lamarra comenta además que la desatención de los estudiantes ha aumentado, y que a menudo no pueden manejar su propio comportamiento disruptivo.
La pandemia y el aprendizaje remoto han contribuido a esta creciente falta de civismo, según Lamarra, en especial entre los más jóvenes, quienes perdieron la oportunidad de aprender a comportarse en un entorno educativo.
Esta falta de interacción social real los ha llevado a replicar la conducta que practicaron durante su tiempo frente a la pantalla.
"Vivieron en un mundo donde podían hacer lo que quisieran, y parece que eso se ha trasladado al aula", indica.
Ambas expertas subrayan la necesidad de regresar a las enseñanzas básicas sobre la civilidad y el respeto en el aula.
Lamarra enfatiza la importancia de que los padres también jueguen un papel en educar a los niños sobre cómo comportarse adecuadamente en el entorno escolar y social, mientras que Spadafora sostiene que fomentar el civismo desde una edad temprana es fundamental para el desarrollo de adultos responsables y respetuosos.
Los desafíos actuales en el aula reflejan una tendencia más amplia en la sociedad, donde el comportamiento de los jóvenes puede tener repercusiones a largo plazo si no se corrige.
La educación tiene el potencial para cambiar esta realidad, pero requiere esfuerzo conjunto entre educadores y familias para guiar a las nuevas generaciones hacia un comportamiento más civilizado.