El municipio de Windsor implementa medidas para gestionar la proliferación de gansos canadienses, incluyendo permisos federales y labores de control de nidos, ante los problemas causados por estas aves en la ciudad. Expertos recomiendan acciones constantes y firmes para reducir su número de forma efectiva.

La gestión de la población de gansos canadienses en Windsor requiere un esfuerzo meticuloso y prolongado para obtener resultados significativos, según expertos en control de aves.
Dan Frankian, especialista con más de 36 años de experiencia en manejo animal y director de Hawkeye Bird and Animal Control, afirma que evitar que estos aves sigan reproduciéndose en áreas urbanas demanda acciones coordinadas durante varios años.
Windsor ha obtenido un permiso federal para retirar hasta 150 huevos de gansos en siete puntos de anidamiento de la ciudad, con el fin de limitar su crecimiento poblacional.
Esta medida, que forma parte del presupuesto anual de 2025, costó aproximadamente 28,50 euros (equivalente a 30,000 dólares canadienses), y busca reducir la cantidad de aves en zonas concurridas y parques urbanos.
El proceso de control también ha considerado la destrucción de nidos y huevos en presencia de las gansas para disuadir que regresen a anidar en el mismo lugar.
Frankian recomienda que las acciones sean contundentes y que el personal actúe como un depredador natural en la medida que permita la normativa vigente, destruyendo nidos y huevos en el momento justo para evitar futuras puesta.
"El objetivo principal es no dejar que la población crezca, y para ello, la destrucción de huevos y nidos debe ser explícita y visible, para que las gansas comprendan que no son bienvenidas en ese territorio," explica.
Históricamente, Windsor ha implementado diversas medidas para controlar a los gansos en sus áreas públicas, incluyendo la colocación de figuras de perros en 2019 y el uso de perros reales - como Winston, un pastor de San Bernardo mezcla de Mastín - para ahuyentar a los animales en campus universitarios.
La presencia constante de estos perros, que persiguen a los gansos varias veces al día, ayuda a reducir el número de aves en las áreas de interés.
El control de estos animales no solo se basa en la captura y destrucción de huevos, sino también en la modificación del hábitat y en campañas de educación para la población.
Esto es crucial, considerando que una gansa puede poner entre dos y ocho huevos por año y que puede vivir hasta 25 años, por lo cual la capacidad de reproducción puede ser de hasta 176 huevos a lo largo de su vida.
El período en el que las gansas son más agresivas y protegen a sus crías ocurre entre finales de abril y principios de junio, coincidiendo con la temporada de puesta y crecimiento de los polluelos, momento en el cual las interacciones con humanos y vehículos aumentan los riesgos de accidentes y lesiones graves.
Por esta razón, controlar su presencia en espacios urbanos se vuelve una prioridad para evitar incidentes.
El experto Frankian también señala que, si bien es posible aplicar aceites en los huevos para impedir su eclosión, esta medida no es suficiente por sí sola.
La destrucción efectiva de nidos y huevos, en presencia de las aves, tiene un mayor impacto en reducir la reproducción. Dicha labor, que requiere permisos especiales, debe realizarse de forma decidida y constante para que las gansas no crean que pueden volver a anidar allí.
Mientras Windsor continúa con su estrategia, otros municipios en Ontario también enfrentan desafíos similares y adoptan métodos diversos, como la utilización de perros entrenados y campañas de sensibilización.
La clave para el éxito radica en la perseverancia y en mantener acciones firmes que afecten la disponibilidad de recursos para estas aves, desalentando su reproducción y presencia en zonas urbanas.
En conclusión, el control de la población de gansos en Windsor refleja la necesidad de un enfoque integral, sostenido en el tiempo, y que combine acciones humanas con la modificación del hábitat para lograr una convivencia mayormente armoniosa entre la vida silvestre y la urbanidad.
La experiencia demuestra que no hay soluciones mágicas, sino un compromiso constante que, con el tiempo, puede reducir significativamente la presencia de estas aves en las áreas públicas de la ciudad.