Científicos utilizan datos satelitales para identificar la presencia de zooplancton en el Golfo de Maine, una estrategia que podría facilitar la protección de las ballenas blancas en peligro de extinción.

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Investigadores del Bigelow Laboratory for Ocean Sciences en Maine están explorando el uso de datos satelitales de la NASA con el objetivo de localizar el calano finmarchicus, un pequeño zooplancton que constituye la principal fuente de alimento de la ballena blanca del Atlántico Norte, una especie en grave riesgo de extinción.

Este método innovador busca identificar, desde el espacio, las concentraciones de este plancton marino que, al ser grande y de color rojizo, altera el espectro lumínico de los océanos y puede ser detectado por satélites.

El calano finmarchicus, que mide menos de un milímetro, presenta un pigmento rojo que, cuando en gran cantidad se acumula en la superficie del agua, genera un cambio en la reflectividad solar.

La capacidad de los satélites para captar estas variaciones facilita a los científicos mapear las áreas ricas en este plancton en tiempo real. Esto es especialmente importante porque las condiciones en el Golfo de Maine están cambiando rápidamente, con un aumento en la temperatura del agua que lleva a que las principales fuentes de alimento de las ballenas se desplacen a nuevas zonas.

Conocer dónde se concentran estas reservas de zooplancton y, por ende, las ballenas que las siguen, puede ser crucial para implementar medidas de conservación, como vetos temporales a la pesca o restricciones en la velocidad de los barcos en áreas sensibles.

Las ballenas blancas del Atlántico Norte, también conocidas como ballenas francas, están cerca de la extinción, con apenas unas 370 ejemplares existentes y aproximadamente 70 hembras en edad reproductiva.

Para 2017, se reportaron 17 muertes en Canadá y EE. UU., motivando restricciones en las actividades pesqueras y en la navegación para evitar colisiones y enredos en redes, que son responsables de muchas de estas pérdidas.

El poder seguir sus desplazamientos en tiempo real permitiría a las autoridades aplicar medidas preventivas más efectivas y específicas.

La idea de usar imágenes satelitales para detectar zooplancton no es nueva, pero la aplicación en el Golfo de Maine nació tras un estudio llevado a cabo en Noruega.

Los investigadores notaron patrones anómalos en los datos históricos, recopilados desde 2003, que indicaban la presencia de otros tipos de zooplancton con pigmentos rojos, diferentes del calano finmarchicus.

Actualmente, el equipo busca perfeccionar su método para distinguir a esta especie en particular, combinando las imágenes satelitales con observaciones en tierra y avistamientos directos de las ballenas.

El satélite Aqua de la NASA, equipado con el instrumento MODIS, ha sido la fuente principal de datos para estos estudios. Esta tecnología detecta 10 longitudes de onda, pero en estudios recientes se han utilizado solo tres. Sin embargo, el satélite PACE, lanzado en 2024, cuenta con un instrumento llamado Ocean Color Instrument que puede captar hasta 280 longitudes de onda, lo que podría mejorar significativamente la precisión en la detección y clasificación de diferentes especies de zooplancton.

Con estos avances, los científicos esperan que en el futuro puedan desarrollar modelos computacionales más robustos para analizar un espectro mucho más amplio, facilitando la identificación en tiempo real de las áreas de alimentación del calano finmarchicus y, por asociación, la ubicación probable de las ballenas.

Mientras tanto, en el campo la investigación continúa, combinando métodos tradicionales como la captura con redes, cámaras submarinas y análisis acústicos, con las tecnologías remotas.

La ecóloga Catherine Johnson, de Fisheries and Oceans Canadá, destaca que la detección remota es una pieza más del rompecabezas y que su potencial radica en ofrecer una visión generalizada, rápida y en amplias áreas.

En definitiva, esta estrategia satelital representa un avance prometedor en la conservación de las ballenas Blancas del Atlántico Norte. Al mejorar la comprensión del ecosistema oceánico y las relaciones entre el zooplancton y estos majestuosos mamíferos, los investigadores esperan contribuir a estrategias que puedan impedir su extinción.

La integración de nuevas tecnologías en la ciencia marina abre un camino crucial hacia una conservación más eficiente y sostenible, en armonía con el dinámico y vulnerable entorno oceánico.}