Un análisis de diversas investigaciones demuestra que los carriles bici podrían aliviar la congestión en las ciudades, a pesar de la opinión de algunos conductores.
El tema de los carriles para bicicletas suele generar controversia en ciudades como Toronto, donde el gobierno de Ontario ha propuesto recientemente una legislación que obligaría a las municipalidades a obtener aprobación provincial para la creación de carriles bici que eliminen un carril de tráfico de vehículos.
Esta iniciativa ha suscitado fuertes debates y protestas entre los ciudadanos.
Los defensores de los carriles bici argumentan que estos fomentan el uso de la bicicleta, lo que a su vez contribuye a disminuir la congestión vehicular y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, algunos conductores los responsabilizan de incrementar los atascos.
La realidad, respaldada por estudios de diversas partes del mundo, indica que los carriles para bicicletas no son la causa de la congestionada del tráfico actual.
Un concepto conocido como 'demanda inducida' explica que, al crear más vías para automóviles, se atrae a más personas a conducir, lo que en última instancia resulta en un aumento de vehículos y, por lo tanto, en una mayor congestión.
David Beitel, especialista en análisis de datos de Eco-Counter, afirma que aunque puede haber una pequeña mejora inicial en el flujo del tráfico, con el tiempo la congestión puede resultar tan mala o peor que antes.
Por el contrario, las investigaciones demostrarían que la instalación de carriles bici hace que más personas se sientan seguras y, como resultado, aumenta el uso de la bicicleta.
Shoshanna Saxe, profesora asociada en la Universidad de Toronto, destaca que la demanda de uso de estos carriles surge rápidamente después de su implementación.
Las estadísticas de Bike Share Toronto enfatizan esta tendencia: el número de trayectos en bicicletas compartidas creció de 665,000 en 2015 a 5.7 millones en 2023, lo que evidencia un cambio cultural hacia el uso de la bicicleta como medio de transporte.
Un estudio de 2016 por parte del programa CIVITAS de la Comisión Europea analizó la congestión del tráfico en varias ciudades, como Nueva York y Copenhague.
En el caso de Nueva York, se observó una reducción del 35% en el tiempo de viaje en una calle principal tras la instalación de carriles bici.
De manera similar, Copenhague implementó un sistema de ‘onda verde’ para fomentar el uso de bicicletas y reportó mejoras en la circulación vehicular.
En París, se registró un incremento del 54% en el uso de la bicicleta entre 2018 y 2019, y por primera vez, la cantidad de vehículos en la ciudad disminuyó en un 5% entre 2010 y 2018. Según los informes, actualmente, el 30% de los desplazamientos en la capital francesa se realizan en bicicleta, lo que sugiere una adaptación exitosa de la infraestructura urbana hacia medios de transporte más sostenibles.
Por otro lado, es esencial reconocer que varios factores pueden contribuir a la congestión del tráfico.
Un informe del gobierno de Toronto mostró que entre noviembre de 2022 y marzo de 2023, el tiempo promedio de viaje aumentó en ciertas vías de la ciudad, aunque Saxe considera que esta información es engañosa debido a los cambios en los patrones de tráfico posteriores a la pandemia.
Adicionalmente, implementar carriles bici puede reducir la velocidad de los automóviles en las vías, lo que mejora la seguridad tanto de ciclistas como de peatones.
Asimismo, con la disminución del uso del automóvil, se reducen las emisiones, lo cual es un gran paso en la lucha contra el cambio climático.
Finalmente, un análisis de 2019 sobre los impactos de los carriles bici en una sección de la calle Bloor mostró un incremento en la clientela de los negocios locales desde la implementación de dichos carriles.
Saxe concluye que construir carriles bici es una forma de ofrecer a la gente una alternativa de transporte más segura y sostenible.