El cambio climático está alterando los patrones climáticos y la fauna, lo que afecta la precisión de las investigaciones forenses.
El cambio climático está transformando no solo el medio ambiente, sino también la forma en que se llevan a cabo las investigaciones forenses.
Según los expertos, este fenómeno está dificultando la obtención de información crucial sobre la escena del crimen.
A medida que el clima se vuelve más caótico e impredecible, los científicos forenses deben adaptarse para seguir proporcionando conclusiones eficientes sobre las circunstancias de la muerte.
Históricamente, las investigaciones forenses se basaban en el comportamiento de los insectos, especialmente en su fase larval, para determinar el tiempo transcurrido desde el fallecimiento de una persona.
Por ejemplo, estudios realizados por entomólogos forenses han mostrado cómo la temperatura del ambiente influye directamente en el desarrollo de las larvas de insectos.
Sin embargo, al aumentar la variabilidad climática, la precisión de estos métodos se ve comprometida.
Jens Amendt, profesor del Instituto de Medicina Forense en Frankfurt, Alemania, comenta sobre la reciente inestabilidad en las condiciones climáticas: "A veces tenemos dos días de clima cálido y agradable y luego tempestades con lluvia intensa.
Este es un impacto que todavía no entendemos completamente." La implicación es que las condiciones climáticas extremas no fueron consideradas en las investigaciones anteriores y que el entendimiento actual debe ser reevaluado constantemente.
Además, el desplazamiento de insectos hacia regiones donde antes no se les veía puede dificultar la determinación del lugar de la muerte.
Esto es especialmente relevante en áreas donde el cambio climático ha permitido que especies de insectos se adapten a nuevos climas.
Tim Thompson, antropólogo de la Universidad de Maynooth en Irlanda, señala que el hallazgo de ciertos insectos en un lugar inusual podría indicar que un cadáver fue trasladado.
"Insectos que normalmente encuentras en entornos urbanos ahora podrían estar presentes en bosques", explica.
Otra complicación que enfrenta la investigación forense es el aumento de las condiciones de sequedad extrema que acelera la momificación natural de los tejidos humanos.
Estos cambios hacen que los cuerpos se vuelvan menos atractivos para ciertos insectos, como las moscas de la carne, que requieren tejidos frescos y húmedos para desarrollarse.
En cuanto a la identificación de las víctimas, la falta de información en bases de datos de ADN puede llevar a un callejón sin salida para los investigadores.
Para abordar este desafío, Lynne Bell, profesora de criminología en la Universidad Simon Fraser en Burnaby, B.C., utiliza una técnica llamada geolocalización isotópica.
Esta técnica se basa en las firmas únicas del agua consumida por la persona en vida, la cual puede vincularse a patrones de lluvia en su lugar de residencia.
Sin embargo, a medida que cambia el clima, la información histórica puede volverse obsoleta y potencialmente inexacta.
Los investigadores destacan la necesidad de seguir actualizando la metodología de trabajo en función de las nuevas realidades climáticas.
El constante cambio en el entorno local exigirá que los científicos forenses se familiaricen con las nuevas condiciones y ajusten sus bases de datos y referencias científicas.
Esta evolución en la ciencia forense, aunque ya está comenzando, aún tiene un largo camino por recorrer.
En conclusión, el impacto del cambio climático en las investigaciones forenses no puede ser subestimado.
A medida que continuamos enfrentando condiciones climáticas cada vez más extremas, es esencial que los forenses y científicos mantengan sus métodos de investigación en línea con las realidades ambientales actuales.
Como señala Thompson, "lo primero es reconocer que esto está ocurriendo". Sin una adecuada adaptación a estos cambios, la validez de las pruebas forenses podría verse en riesgo.