Exploramos cómo España y California enfrentan el aumento de temperaturas con estrategias adaptativas diferentes.

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Este verano, viajé a dos costas: la de Oregón y California en moto, y la costa de Almería en España.

Durante estas travesías, experimenté temperaturas superiores a los 40°C, pero cada región ha desarrollado formas distintas de lidiar con el calor extremo.

La costa de Oregón es conocida por sus impresionantes acantilados y sus largas playas de arena, un lugar donde localmente se busca refugio del calor.

Sin embargo, al cruzar las montañas, la temperatura puede aumentar drásticamente.

En un trayecto que no supera los 10 kilómetros, pasé de disfrutar de 17°C a enfrentar 46°C, una diferencia peligrosa para quienes viajan en motocicleta.

Durante una parada por un tráfico ocasionado por trabajos en la carretera, me uní a un grupo de motociclistas que, al igual que yo, buscaban alivio bajo un árbol.

Una amable mujer en un autocaravan nos ofreció botellas de agua helada, lo que resultó ser crucial para sobrellevar el intenso calor.

En comparación, España ha enfrentado durante siglos climas casi desérticos y ha desarrollado adaptaciones que son simples pero efectivas.

Uno de los aspectos más característicos es la tradicional siesta, que sigue siendo ampliamente observada en muchas partes del país.

Las tiendas suelen cerrar durante las horas de más calor, a excepción de las zonas turísticas donde los visitantes continúan explorando, a veces de manera imprudente.

Sin embargo, es al caer la noche cuando España rejuvenece: los restaurantes abren sus terrazas y los habitantes disfrutan de cenas al aire libre, paseos por calles históricas y juegos en parques, todo alrededor de las 10 de la noche, cuando las temperaturas son más soportables.

En ciudades como Sevilla, se han instalado toldos y frontales de tela en las calles estrechas para ofrecer sombra a los ciudadanos.


También es común encontrar sistemas de nebulización en los establecimientos que permanecen abiertos durante el día; una fina bruma de agua refresca tanto el aire como la piel, proporcionando alivio a los clientes.

Mientras tanto, en la provincia de Almería, los agricultores han adoptado el uso de invernaderos cubiertos con plástico blanco, una técnica que data de los años 50. Esta práctica ha permitido que la región se convierta en uno de los principales productores de frutas y verduras en Europa, cubriendo cerca de 40,000 hectáreas, lo que ha aumentado su albedo y, a su vez, disminuido la temperatura en la zona.

Según las investigaciones de satélites de la NASA, el reflejo del plástico ha contribuido a que esta área se enfríe en comparación con las incrementales temperaturas que afectan a los alrededores.

Además de adaptarse al calor creciente, España y otros países europeos están invirtiendo en energía renovable para reducir las emisiones de carbono.

Desde el histórico castillo de la Alhambra, se puede observar vientos modernos soplando a través de turbinas en colinas vecinas, un contraste de lo antiguo con lo nuevo.

Está claro que el cambio climático es un desafío inminente, pero las experiencias de España y California nos enseñan que existen métodos de adaptación que pueden mejorar la calidad de vida frente a un mundo en calentamiento.

Aunque el problema es grave, no debemos perder la esperanza: hay tecnologías y enfoques disponibles que pueden ayudarnos a convivir mejor con el calor y a mitigar el impacto del calentamiento global.