Un equipo de científicos de Manitoba participó en la investigación que, por primera vez, documenta la fusión de dos agujeros negros de gran tamaño, ubicada a miles de millones de años luz de la Tierra. Este hallazgo refuerza nuestra comprensión sobre la formación de estos enigmáticos objetos en el universo.

Este hallazgo, revelado esta semana en una publicación conjunta de varios observatorios, representa un avance significativo en el campo de la astrofísica, al confirmar la existencia de estos colosos en suceso.
La detección, originalmente realizada en noviembre de 2023, fue posible gracias a las ondas gravitacionales generadas durante la colisión, investigadas por el observatorio LIGO, que opera con detectores en Washington y Luisiana.
La responsable del equipo en Manitoba, la astrofísica Samar Safi-Harb, profesora en la Universidad de Manitoba y titular de la Cátedra de Investigación en Astrofísica Extrema, expresó que este evento refleja "el agujero negro binario más masivo registrado hasta la fecha".
Además, destacaron que las velocidades de rotación de ambos agujeros en el momento del impacto alcanzaron niveles cercanos a los límites máximos permitidos por la teoría, con cada uno girando aproximadamente 400,000 veces la velocidad de rotación de la Tierra.
Este descubrimiento no solo aporta pruebas concretas sobre la existencia de #agujeros negros de tamaño intermedio, sino que también ofrece pistas sobre su origen.
Los astrónomos creen que estas enormes masas pueden formar a partir de fusiones de agujeros negros más pequeños, que en entornos de alta densidad se unen para generar objetos de mayor tamaño.
Las masas iniciales de los agujeros negros que colisionaron en GW231123 estaban en el rango de 100 y 140 veces la masa solar, mientras que el resultado final tuvo aproximadamente 225 masas solares.
Los agujeros negros se clasifican en tres principales categorías: los de masa estelar
Para contextualizar, los agujeros negros se clasifican en tres principales categorías: los de masa estelar, con hasta 60 veces la masa del Sol; los supermasivos, ubicados en los centros de galaxias, que pueden alcanzar miles de millones de veces la masa solar; y los intermedios, aún en proceso de ser completamente comprendidos, y que parecen hallarse en medio de estas otras dos clases.
La detección de GW231123 llena parcialmente un vacío en nuestro mapa del cosmos, al explicar cómo pueden formarse estos agujeros negros de tamaño medio.
Los eventos de este tipo también refuerzan las predicciones de la teoría de la relatividad general de Einstein, que hace más de un siglo postuló la existencia de ondas gravitacionales.
Como explicó Safi-Harb, "estas ondas son como las ondas en un estanque, pero en el tejido del espacio-tiempo, producidas por objetos extremadamente densos y acelerados, como estos agujeros negros".
Por otra parte, la comunidad científica continúa estudiando estos fenómenos para entender mejor el papel de los agujeros negros en la formación y evolución de las galaxias, así como su impacto en el cosmos en general.
La colaboración internacional en proyectos como LIGO, Virgo y KAGRA, resulta esencial para capturar estos eventos y divulgar sus implicaciones.
En conclusión, el descubrimiento no solo demuestra que la fusión de grandes agujeros negros es posible, sino que también abre nuevas preguntas sobre los procesos de formación en ambientes extremos del universo.