La participación ciudadana en Santander decide el color del nuevo pavimento de los Jardines de Piquío, con una mayoría que prefiere el azul sobre el negro en una consulta que remonta a la historia de estos emblemáticos espacios.

Los residentes de Santander han tomado parte en una consulta pública que ha determinado el color del pavimento en los Jardines de Piquío, un espacio emblemático de la ciudad que se encuentra en proceso de renovación.
La votación, que fue abierta al público entre el 19 y el 27 de abril en el Casino del Sardinero, contó con la participación de 854 personas empadronadas en la ciudad, reflejando el interés y la implicación de la comunidad en la preservación y mejora de su patrimonio urbano.
De estos participantes, 536 optaron por el color azul, lo que representa aproximadamente el 62,76% del total, mientras que 318 votaron por el color negro, equivalente al 37,24%.
Antes de depositar su voto, los ciudadanos mostraron su DNI y rellenaron una papeleta en la que indicaban su opción preferida, en línea con los colores históricos que han caracterizado el pavimento de los Jardines de Piquío a lo largo de los años.
El concejal de Fomento, Agustín Navarro, explicó que esta consulta forma parte de un proceso participativo que busca integrar las preferencias de los vecinos en la reconstrucción de un espacio que ha sido testigo de múltiples transformaciones desde su creación.
La intervención en los jardines, presupuestada en aproximadamente 1,36 millones de euros, busca no solo renovar el pavimento sino también rehabilitar y mejorar el entorno, manteniendo la esencia original del lugar.
La historia de los Jardines de Piquío es rica y refleja las distintas etapas de transformación urbana en Santander. El primer ajardinamiento data de 1897, y en 1932, Ramiro Saiz Martínez reordenó y diseñó los jardines que conocemos hoy en día. A lo largo del siglo XX, el pavimento y los caminos de los jardines han estado en constante evolución, reflejando las tendencias y necesidades de la época.
En sus inicios, los caminos eran de gravilla, pero en 1897, cuando Santander empezó a modernizar sus calles principales, muchas de ellas fueron adoquinadas y posteriormente pavimentadas con asfalto en la década de 1940.
Este material, llamado popularmente “pichi” en Santander, es una sustancia viscosa y negra derivada de materias vegetales y minerales. La elección del asfalto en ese momento obedecía a su bajo coste, durabilidad y facilidad de mantenimiento, además de adaptarse bien a los caminos sinuosos del promontorio.
El color negro del pavimento, que en aquel tiempo era muy oscuro, fue característico de los jardines durante décadas. Sin embargo, en 1998, tras una serie de problemas con burbujas en la superficie, el Ayuntamiento realizó una intervención que incluyó la aplicación de una pasta niveladora de color azul, en una especie de solución provisional que buscaba corregir los desniveles del suelo.
Esta modificación provocó cierta división entre los santanderinos: algunos valoraban la continuidad del color original, mientras otros apoyaban la opción más moderna y fresca del azul.
La elección del color, por tanto, no solo responde a una preferencia estética, sino que también remite a una historia de cambios y debates en la ciudad.
La historia del pavimento en Piquío refleja, en cierto modo, la evolución de Santander misma: entre tradición y modernidad, siempre en búsqueda de mantener su carácter único.
El proceso de renovación en curso, que incluye la elección del color del pavimento, se realiza con el objetivo de respetar la identidad del espacio y mejorar su funcionalidad para residentes y turistas.
Antes de comenzar las obras, se llevaron a cabo catas y estudios para entender las capas y tratamientos previos, asegurando que las intervenciones sean duraderas y respetuosas con la historia del lugar.
En definitiva, esta consulta pública en Santander no solo ha decidido el color del pavimento, sino que también ha reafirmado la importancia de la participación ciudadana en la gestión del patrimonio urbano.
La apuesta del Ayuntamiento por escuchar a los vecinos y mantener viva la historia de los Jardines de Piquío es un ejemplo de cómo la comunidad puede influir en la transformación de su entorno, garantizando que las decisiones sean compartidas y reflejen las preferencias colectivas.