Mantener la presión adecuada en los neumáticos es fundamental para garantizar la seguridad, mejorar el rendimiento y reducir los costes de consumo en los vehículos urbanos. Este artículo analiza la importancia de revisar periódicamente los niveles de aire y sus impactos en la conducción diaria, además de ofrecer recomendaciones y datos históricos sobre la evolución de la tecnología en neumáticos.

Durante décadas, los ingenieros y fabricantes de automóviles han enfatizado la importancia de inflar las ruedas con el nivel adecuado de aire, ya que esto afecta directamente la estabilidad del coche, el desgaste de las cubiertas y el consumo de combustible.
Históricamente, los primeros #neumáticos de uso cotidiano surgieron en la segunda mitad del siglo XIX, con innovaciones que buscaron mejorar la seguridad y la eficiencia en las carreteras.
En 1888, John Boyd Dunlop patentó el primer neumático de aire relleno de goma para bicicletas, marcando el inicio de una evolución que llegó a los automóviles y otros vehículos motorizados.
Desde entonces, los avances en tecnología han permitido diseñar neumáticos más resistentes y eficientes, pero la correcta presión sigue siendo un factor crítico.
Para los vehículos utilizados en entornos urbanos, donde predominan los trayectos cortos, contar con una presión correcta en los neumáticos resulta aún más importante.
La recomendación general de los fabricantes suele estar entre 2,0 y 2,4 bar (aproximadamente 30 a 35 psi), aunque este rango puede variar según el modelo del vehículo y la carga.
La revisión periódica de la presión ayuda a evitar desgastes prematuros, reduce el riesgo de reventones y mejora la respuesta del automóvil ante maniobras rápidas.
Por otro lado, un neumático inflado de forma insuficiente aumenta la resistencia al rodamiento, lo que provoca un mayor consumo de combustible – en promedio, un 5% más, según estudios en la industria automotriz.
Además, la baja presión provoca un desgaste irregular en los bordes de la cubierta y una menor adherencia en superficies mojadas, incrementando el riesgo de accidentes.
Inflar los neumáticos por encima de las recomendaciones reduce la superficie de contacto con el suelo
En contraste, inflar los neumáticos por encima de las recomendaciones reduce la superficie de contacto con el suelo, comprometiendo la tracción y alargando las distancias de frenado.
Esto también genera un desgaste excesivo en el centro de la rueda, además de hacer la conducción más incómoda, ya que las irregularidades del pavimento se sienten con mayor intensidad.
Ambos excesos – tanto la subinflación como la sobreinflación – aumentan la probabilidad de daños estructurales en las cubiertas y pueden provocar pinchazos o lesiones en la carcasa, lo que en ocasiones implica reparaciones costosas.
Para mantener la seguridad y el rendimiento del vehículo, se recomienda revisar la presión de los neumáticos al menos una vez al mes, preferiblemente cuando los neumáticos están fríos, para obtener una medición precisa.
Las variaciones de temperatura también influyen en la presión: en días calurosos, la expansión del aire puede elevar los niveles ligeramente, por lo que siempre es mejor hacer el chequeo en condiciones similares.
A lo largo de la historia, la tecnología en neumáticos ha avanzado considerablemente, con incorporaciones como los compuestos de goma más resistentes y los perfiles diseñados para reducir la resistencia al rodamiento y mejorar la adherencia.
Estos avances permiten que los vehículos actuales sean más seguros y eficientes, pero aún así, la atención en el #mantenimiento básico, como la presión correcta, sigue siendo imprescindible.
Conducir con neumáticos en mal estado o con presión incorrecta no solo afecta la seguridad, sino también la #economía del vehículo y la durabilidad de las cubiertas.