La posible reelección de Donald Trump despierta temores en Ucrania sobre la continuidad del apoyo estadounidense en la guerra contra Rusia.

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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha puesto de nuevo en el punto de mira la invasión de Ucrania por parte de Rusia, un conflicto que ha dejado una estela de devastación desde su inicio en febrero de 2022. En este contexto, los ciudadanos ucranianos, tanto en su país como en comunidades en el extranjero, sienten una creciente ansiedad e incertidumbre sobre el futuro de la asistencia militar que Washington ha proporcionado a Kyiv.

El próximo 19 de noviembre se cumplirán 1000 días desde que Rusia lanzó su brutal ofensiva contra Ucrania, marcando un hito en un conflicto que ya acumula numerosas cifras alarmantes.

Según estimaciones de funcionarios estadounidenses en agosto, las fuerzas rusas habrían sufrido alrededor de 300,000 bajas, desglosadas en 120,000 muertes y 180,000 heridos.

En comparación, se estima que Ucrania ha perdido aproximadamente 70,000 soldados, y 120,000 más han resultado heridos en la lucha.

Desde la llegada de Trump, ya en la campaña electoral, ha expresado dudas sobre la solidaridad estadounidense hacia Ucrania.

Durante sus intervenciones, ha argumentado que el respaldo militar de 61,000 millones de dólares (unos 57,2 mil millones de euros) enviados por Washington a Kyiv ha resultado ser una carga de recursos que podrían utilizarse de mejor forma en el país.

Este conflicto ya ha pasado más de dos años y medio, y la situación sigue siendo crítica.

Por su parte, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky ha manifestado, en recientes entrevistas, que la guerra podría llegar a su fin más pronto si Trump regresa a la presidencia, afirmando su disposición a investigar todas las vías diplomáticas disponibles para poner fin a la violencia.


Sin embargo, Trump, al nominar al senador republicano Marco Rubio como secretario de Estado, ha dejado claro que no permitirá el statu quo actual de apoyo a Ucrania, a pesar de que Rubio ha indicado que la guerra ha alcanzado un punto muerto.

En medio de esta compleja situación, es alarmante notar que la inteligencia militar ha alertado sobre la preparación de un nuevo asalto por parte de Rusia, que incluiría la participación de 50,000 soldados, entre ellos tropas norcoreanas.

Este movimiento está destinado a recuperar territorios en la región de Kursk, que han sido ocupados por Ucrania.

La postura de Trump es ambivalente: aunque ha sugiriendo suspender la ayuda a Ucrania si Zelensky no accede a un alto el fuego, también ha insinuado que podría aumentar el suministro de armas a Kyiv si el Kremlin rechaza cualquier propuesta de paz.

Las implicaciones de estas declaraciones son profundas, y reflejan un futuro sombrío para las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania, así como para las dinámicas de poder en la región.

Mientras tanto, las demandas de Putin, que incluyen que Ucrania renuncie a su aspiración de unirse a la OTAN y la entrega de cuatro territorios en el sur y este del país, siguen siendo inaceptables para Zelensky.

Esta falta de consenso entre las partes actúa como un recordatorio del endeble camino hacia la paz en una guerra que ha tenido repercusiones globales y que no parece tener un final a corto plazo.