Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, enfrenta una profunda crisis de apoyo y se ve obligado a dimitir por la presión de su propio partido. Su legado, influenciado por su padre Pierre, se encuentra en una encrucijada económica y política.
En un reciente giro de los acontecimientos, Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, ha decidido dejar su cargo en medio de una notable falta de apoyo por parte de su propio partido y un creciente descontento en la población.
Este hecho recuerda la historia de las dinastías políticas en el país, donde los Trudeau han sido una presencia constante, al igual que los Kennedy en Estados Unidos.
Pierre Trudeau, quien gobernó Canadá durante los años 1968 a 1979 y luego de 1980 a 1984, dejó un legado profundo en la política canadiense, caracterizado por su enfoque en los derechos humanos y su lucha contra el separatismo de Quebec.
Su gobierno fue sinónimo de una Canadá progresista, marcando la diferencia con su vecino del sur, Estados Unidos.
Por su parte, Justin Trudeau se convirtió en primer ministro en 2015, tras haber sido identificado como un potencial líder desde 1972, cuando se reunió con el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
En su primera elección, el hijo de Pierre resucitó a un Partido Liberal que se encontraba al borde de la extinción, reavivando el fenómeno conocido como "Trudeaumania" que había caracterizado a su padre.
A pesar de su regreso triunfal, la popularidad de Trudeau se desmoronó rápidamente. Después de ganar una mayoría en 2015, se vio obligado a gobernar en minoría en las elecciones de 2019 y 2021, obteniendo menos votos que sus oponentes conservadores.
Esta caída en los índices de aprobación ha llevado a su partido a cuestionar su liderazgo y a presionarlo para dimitir.
En su comparecencia de despedida, Trudeau dejó claro que su salida se debía más a la falta de apoyo interno que al descontento público. Sin embargo, el contexto en el que se retira es crítico: Canadá enfrenta una niebla económica, con su relación comercial con Estados Unidos en un punto bajo, en un momento en que las inversiones comienzan a disminuir y la economía de los hogares se enfrenta a crecientes dificultades.
Una de las principales preocupaciones radica en las amenazas de aranceles por parte de Donald Trump, quien podría imponer un gravamen del 25% a las importaciones canadienses.
Esto es alarmante, ya que más del 75% de las exportaciones canadienses tienen como destino el mercado estadounidense. Si dichas tarifas son implementadas, se anticipan grandes pérdidas de empleos y un sufrimiento económico sin precedentes para la nación.
Sin posibilidades de que el caucus liberal lo desplace del cargo, Trudeau se encuentra ahora en una encrucijada. Su intento por destituir a su vicepresidenta y diligente ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, fue el último intento por aferrarse a su puesto, mostrando la desesperación que lo ha llevado a su dimisión.
Así, el relato del alcalde Trudeau cierra un capítulo en la política canadiense, mientras el legado de su familia se enfrenta a un duro escrutinio y a retos económicos que podrían definir el futuro del país.
La historia de los Trudeau, que ha sido sinónimo de poder e influencia, se plantea ahora en un contexto de crisis, donde los valores y promesas de antaño parecen quedados atrás.