Los rebeldes de Siria enfrentan importantes retos en su camino hacia la gobernanza tras derrocar al régimen de Assad.
En Damasco, Siria: Tras una rápida entrada a la capital que puso de manifiesto la debilidad del régimen de Assad, que ha estado en el poder durante más de medio siglo, los rebeldes sirios ahora se ven ante la difícil tarea de establecer un gobierno efectivo.
Los combatientes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo islámico que lideró esta ofensiva, avanzaron firmemente desde su bastión en el norte hasta las puertas del palacio presidencial.
Durante este proceso, publicaron mensajes conciliatorios en las redes sociales, prometiendo a las minorías que no serían perseguidas y enfatizando un compromiso con una Siria que incluya a todos sus ciudadanos.
La Plaza de los Omeyas, una vez un símbolo del poder del régimen, se ha convertido en un lugar de celebración para la población, que canta y baila sobre un tanque destruido después de la caída del antiguo gobierno.
Sin embargo, a pesar de la euforia inicial, HTS ahora enfrenta retos complejos en su nuevo rol como administradores de una nación que, aunque esperanzada, sigue siendo cautelosa.
El grupo debe consolidar su control sobre una variedad de fuerzas rebeldes y demostrar una inclusión política que será vital para aliviar las sanciones internacionales.
Por otro lado, es fundamental que logren disipar los temores del público de que su gobierno podría reemplazar el régimen de Assad con otra forma de rule totalitaria.
Actualmente, el plan político de HTS se centra en exportar su modelo de gobierno desde Idlib, donde han construido un poder organizativo fuerte en los últimos años, hasta el corazón de Damasco.
Sin embargo, aún es prematuro prever cómo su enfoque local de administración se traducirá a una escala nacional, especialmente al expandirse su control desde un pequeño enclave sunita conservador a una vasta región que alberga múltiples sectas y etnias.
Incluso en Damasco, quienes han llegado a ocupar espacios de poder son todavía mayormente desconocidos para la población.
En una tienda que vendía banderas revolucionarias sirias recién impresas, el propietario Fadi al-Mously no pudo mencionar el nombre del nuevo primer ministro del país, Mohammed al-Bashir, quien fue nombrado por HTS esta semana.
"No sabemos quién es, pero no lo queremos", declaró al-Mously.
"Lo que realmente deseamos son elecciones", sentenció el comerciante.
Fuera del Ministerio del Interior, los policías que custodiaban la entrada eran todos provenientes de Idlib y portaban insignias del gobierno islámico de esa región.
Se discutió entre ellos sobre quién tenía ahora el poder en el lugar.
"¿Hay un ministro?", se preguntaron, reflejando la confusión que pesa sobre la nueva administración en los inicios de esta nueva era política en Siria.