El presidente ruso enfrenta críticas por su incapacidad para actuar decisivamente ante la nueva incursión ucraniana en la región de Kursk.

Imagen relacionada de respuesta contenida putin kursk

La reciente incursión ucraniana en la región occidental de Kursk ha puesto de manifiesto la respuesta lenta y dubitativa del presidente ruso, Vladimir Putin, quien, en lugar de actuar con determinación, parece sumido en la parálisis.

Este episodio es el cuarto gran revés que sufre Putin desde el inicio de la invasión a Ucrania en febrero de 2022 y resalta las falencias de un régimen autocrático que opera principalmente a través del miedo y la represión.

En este contexto, el líder del grupo paramilitar Wagner, Yevgeny Prigozhin, había convocado a una rebelión armada a principios de este año, lo que, junto con las acciones terroristas en lugares públicos, ha incrementado aún más la presión sobre el Kremlin.

Sin embargo, la respuesta de Putin ha sido escasa.

En particular, tras la invasión ucraniana en Kursk, el presidente no se apresuró a realizar declaraciones, demorándose más de 24 horas antes de ofrecer cualquier comentario sobre la situación.

Tatiana Stanovaya, fundadora del grupo de análisis R. Politik, señaló que “Putin siempre mantiene todo en secreto.

Cuando aparece en público, no dice mucho y prefiere no ser alarmista”. Esta estrategia de comunicación ha llevado a una falta de claridad sobre la real dimensión del conflicto, y las informaciones son ocultadas o tergiversadas por sus altos mandos.

En este sentido, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, Valery Gerasimov, minimizó la situación al afirmar que la incursión había sido detenida, a pesar de la realidad sobre el terreno.


Durante una reunión televisada de su gabinete de seguridad, Putin mostró un semblante inusual de inquietud mientras leía notas manuscritas.

En un momento, interrumpió al gobernador interino de Kursk, Andrei Smirnov, cuando este intentó dar cifras sobre la crisis: al menos 28 aldeas habían sido capturadas y más de 2000 rusos estaban desaparecidos.

La falta de una respuesta clara o un plan estratégico para abordar la situación ha sido evidente.

“Una vez más, demuestra a Putin en su forma clásica, escondiéndose de una crisis”, comentó Mark Galeotti, experto en seguridad de Rusia vinculado al Royal United Services Institute de Londres.

Este enfoque de negación y ocultamiento no es nuevo en la política del Kremlin, que históricamente ha preferido manejar la disidencia mediante la represión.

Merrilyn Oakes, analista histórica, recuerda que desde la guerra de Chechenia, el gobierno ruso ha utilizado tácticas similares para silenciar críticas y desviar la atención de sus fracasos.

En última instancia, la situación en Kursk pone de relieve no solo la fragilidad de la administración de Putin, sino también las difíciles dinámicas que enfrenta frente a una guerra prolongada en Ucrania, una guerra que ha desafiado la capacidad del Kremlin para mantener una narrativa de éxito y control.

A medida que la invasión se prolonga, el descontento tanto entre las filas militares como entre la población civil podría ir en aumento, lo que podría derivar en una mayor inestabilidad en Rusia y en la región.