Una mirada a las recientes declaraciones sobre la inmigración en EE. UU. y su efecto en la percepción pública, incluyendo un giro cómico sobre el cuidado de las mascotas.

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En los últimos días, ha sido un reto observar a los perros en Nueva York sin cuestionarse: '¿Poached o asado?'. El parque canino Fishbridge, que en realidad es un vasto slab de concreto, ubicado a la sombra del Puente de Brooklyn en Manhattan, solía ser un refugio para mascotas que requieren espacio y sus dueños un tanto masoquistas, pero ahora parece estar repleto de posibilidades culinarias sorprendentes.

Como australiano que llegó a este notable país hace aproximadamente tres décadas, me veo en la necesidad de reflexionar sobre mis preferencias alimenticias y el bienestar de mi labrador chocolate, Moose, tras las declaraciones de Donald Trump, quien afirmó que los inmigrantes estaban comiendo las mascotas de los estadounidenses.

'Se están comiendo a los perros... se están comiendo a los gatos', comentó Trump durante el reciente debate presidencial con Kamala Harris.

Este es mi Moose, no precisamente el tipo que se puede consumir.

Es fácil descartar la acusación de Trump como una estrategia política burda o un tropo racista más, pero no hay que olvidar que los australianos comemos cosas que podrían parecer inaceptables, como los Chiko Rolls.

Si estamos dispuestos a eso, ¿qué más podrían hacer los extranjeros?

A pesar de las insinuaciones de Trump, como orgullosos dueños de mascotas, no debemos sentir miedo.

¡No podemos permitir que las hordas hambrientas y desalmadas prevalezcan! Como inmigrante, es vital que demuestre a los estadounidenses que podemos ser responsables tanto con los animales domésticos como con los humanos.


Mis vecinos y amigos en el parque canino no esperaban que yo atacara a Fido cuando me atreví a salir con mi amado Moose.

Sin embargo, estuvieron abiertos a especular sobre quién podría ser un buen plato.

Estamos mirando a ti y tus 41 kilogramos, Moose.

Sin embargo, es importante recordar que Nueva York no refleja la América que el ex presidente intenta aterrorizarnos por razones políticas.

En esta ciudad, parece que casi todos son inmigrantes, y se necesita hacer algo mucho más grotesco que morder a un chihuahua para hacerse notar en este lugar.

Lamentablemente, las risas en Fishbridge y en el resto del mundo acerca de los comentarios de Trump podrían ocultar el hecho de que hay grupos de inmigrantes, a menudo desesperadamente pobres, que tienen preocupaciones legítimas sobre cómo son percibidos, recibidos y tratados en América.

Ello enmascara también la realidad de que las acusaciones absurdas pueden tener un efecto real en esta país tristemente dividido.

Desde 2015, colegas y amigos de todos los lados de la política se han reído y burlado de Trump, pero él sigue teniendo posibilidades casi cercanas al 50% de ser presidente nuevamente.

A pesar de su despliegue de mentiras y locura en el debate, las encuestas presidenciales apenas han cambiado.

Es una situación que pone en evidencia el peculiar momento político que vivimos y la percepción pública de los inmigrantes en el contexto actual, en el que incluso el bienestar de nuestras mascotas se ve arrastrado en la marea de la retórica política.