Analizamos las similitudes entre los acontecimientos políticos actuales en EE.UU. y el año tumultuoso de 1968, que dejó una profunda huella en la cultura política del país.

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En un año notable para la política estadounidense, caracterizado por profundos cambios y divisiones, resulta predecible que el país se enfrente a eventos que puedan conmocionarlo aún más.

En esta época, tanto los ciudadanos como aquellos que tienen un interés en el futuro de Estados Unidos deben prepararse para lo que está por venir.

Las comparaciones entre el presente y el año electoral de 1968 son inevitables.

En aquel entonces, un presidente demócrata, Lyndon Johnson, enfrentaba una guerra desgastante en Vietnam que no parecía tener un final a la vista.

En medio de un clima social marcado por la lucha por los derechos civiles y el creciente descontento contra la guerra, Johnson decidió no presentarse a la reelección.

Su vice presidente, Hubert Humphrey, intentó mantener viva la llama del partido demócrata, pero su camino fue desafiado por la figura del carismático Robert F. Kennedy, hermano del presidente asesinado cinco años antes.

1968 fue un año trágico que marcó a la nación.

El 4 de abril, Martin Luther King Jr.

fue asesinado en Memphis, un hecho que encendió protestas por todo el país.

Solo dos meses más tarde, el 5 de junio, Robert F. Kennedy también cayó víctima de un atentado en Los Ángeles, un acontecimiento que sumió a la nación en un profundo desasosiego.

Ante esta crisis de liderazgo, el país se volcó hacia el ex vicepresidente Richard Nixon, quien ganó la elección con un mensaje que apelaba a la unidad nacional frente a la fragmentación social, resumido en un lema que una joven portaba en un mitin: "Tráenos de vuelta juntos."

El apesadumbrado legado de 1968 dejó cicatrices que tardaron años en sanar.


La presidencia de Nixon estuvo marcada por la división, y culminó con su renuncia tras el escándalo de Watergate, un escándalo que reveló la corrupción sistémica y socavó la confianza pública en las instituciones.

En contraposición, el presidente Jimmy Carter, elegido en 1976 con el lema "Nunca te mentiré", prometió una administración que reflejara la bondad del pueblo estadounidense.

Hoy, el contexto en el que Joe Biden decidió no continuar su campaña se percibe como un contraste con la decisión trágica de Johnson.

A diferencia de 1968, el partido demócrata se ha unido rápidamente detrás de Kamala Harris, quien busca canalizar la misma ola de entusiasmo que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca en 2008.

Durante la presidencia de Obama, la inseparabilidad de su liderazgo y el temor de un posible atentado fueron temas recurrentes.

Estos temores resurgieron cuando, recientemente, Donald Trump estuvo a punto de ser asesinado en un mitin, recordando a muchos la misma agonía y tensión que se vivió en los años 60. La intensidad de la política actual está marcada por divisiones profundas y un choque entre el pasado y el presente, y en este contexto, se repite la historia.

La cercanía de las elecciones y el hecho de que Harris haya recuperado el apoyo de millones de votantes que en 2020 apostaron por Biden, pero que hoy se muestran escépticos ante su campaña, ponen de manifiesto la fragilidad de la situación actual.

Así, los fantasmas de 1968 siguen vivos en el imaginario colectivo, desafiándonos a recordar y a aprender de un pasado que, aunque distante, resuena con sorprendentes similitudes en nuestra realidad.