Análisis de las dificultades de Hillary Clinton en 2016 y el resurgir de Kamala Harris en la política estadounidense.

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En la noche de las elecciones de 2016, me encontraba bajo un gran techo de cristal en un centro de convenciones de Nueva York, donde se esperaba que Hillary Clinton lo rompiera simbólicamente.

La ex Primera Dama podría haber mirado hacia el cielo desde el podio preparado para su discurso de victoria, si es que alguna vez hubiera llegado a pronunciarlo.

En su lugar, las celebraciones se llevaron a cabo en un hotel de Manhattan, a pocas calles de distancia, donde Donald Trump saboreó el mayor shock en la historia política de Estados Unidos.

A pesar de que la famosa grabación de Access Hollywood se había hecho pública, en la que Trump se jactaba de haber agredido a mujeres, logró ganar.

Durante una campaña donde Clinton enfrentó una avalancha de sexismo, ella sufrió la amarga derrota ante un misógino de lenguaje soez.

Esta situación plantea la pregunta recurrente en la política estadounidense: ¿Está América lista para una mujer presidenta?

Con la ascensión de Kamala Harris, esta cuestión se vuelve a poner sobre la mesa.

Además, surge la incertidumbre sobre si Harris tiene una mejor oportunidad que Clinton para romper el techo de cristal.

Mi intuición siempre ha sido que Clinton perdió las elecciones de 2016 en 1992, año en el que Bill Clinton se postuló por primera vez a la presidencia y donde ella tuvo que presentarse al pueblo estadounidense en circunstancias lamentables.

Un sondeo televisivo de 60 Minutes, transmitido antes del Super Bowl, en el cual la pareja abordó el historial de infidelidades de Bill, marcó el comienzo de un largo sufrimiento mediático para ella.

La frase "No estoy aquí, como una mujer que se queda al lado de su hombre como Tammy Wynette" resonó profundamente y le trajo críticas durante años.


En 2016, más mujeres blancas votaron por Trump que por Clinton, un eco de esa entrevista que aún reverberaba.

En contraste, el momento decisivo de Kamala Harris en la televisión ocurrió en un contexto favorable: las audiencias de confirmación de Brett Kavanaugh, el segundo nominado de Trump a la Corte Suprema, en 2018. Con acusaciones de agresión sexual en su adolescencia y su aparente inclinación a derogar Roe v Wade, Harris utilizó sus habilidades como fiscal para confrontar a Kavanaugh.

Su pregunta, "¿Puede pensar en alguna ley que le dé al gobierno el poder de tomar decisiones sobre el cuerpo masculino?", se volvió viral y figura en sus anuncios de campaña actuales.

Kavanaugh se sentó finalmente en la Corte Suprema y Roe v Wade fue derogado, algo de lo que Trump se ha jactado atribuyendo el mérito a su administración.

Sin embargo, este revés para los derechos reproductivos ha fortalecido a Harris, quien es vista por grupos defensores del derecho al aborto como una defensora apasionada, idealmente situada para movilizar a más mujeres jóvenes para que voten.

Resulta irónico que Clinton advirtiera en 2016 sobre el riesgo que suponía una presidencia de Trump para Roe, pero en aquel entonces, el aborto era un tema más abstracto para muchos votantes.

Ahora, con una Kamala Harris en ascenso, el panorama político estadounidense podría estar cambiando, brindando nuevas esperanzas a aquellas mujeres que buscan igualdad y representación en el liderazgo del país.