El reciente nombramiento del cardenal Robert Prevost como Papa León XIV revela un lado desconocido de su vida, incluyendo su rutina en un gimnasio cercano al Vaticano y las anécdotas de su entrenador personal sobre su paso por las instalaciones deportivas.

El pasado jueves 8 de mayo, la Iglesia Católica hizo un giro inesperado en su historia al elegir al cardenal estadounidense Robert Prevost como el nuevo pontífice, quien ahora adopta el nombre de Papa León XIV.
Esta elección ha generado revuelo a nivel mundial, no solo por la importancia religiosa, sino también por las historias que emergen sobre su vida personal y sus costumbres.
Entre ellas, destaca una anécdota que involucra su paso por un gimnasio en Roma, un relato que ha sorprendido tanto a fieles como a observadores internacionales.
El gimnasio en cuestión es Omega, situado en las cercanías del Vaticano, en una zona conocida por su afluencia de religiosos, incluyendo sacerdotes, monjas y monseñores.
La cercanía a la sede papal hace que el lugar sea frecuentado por figuras de alta jerarquía eclesiástica. Es en este contexto donde Valerio Masella, su entrenador personal, tuvo la oportunidad de interactuar con el futuro Papa en varias ocasiones. Sin saber inicialmente quién era, Masella relata que asistió al lugar durante dos años, sin sospechar la relevancia de su cliente, hasta que descubrió su identidad.
La rutina del Papa León XIV en el gimnasio era bastante regular, asistiendo dos o tres veces por semana en sesiones que duraban aproximadamente una hora.
Según Masella, el pontífice comenzaba con ejercicios suaves y luego incrementaba la intensidad, enfocándose en mejorar su resistencia física.