La emblemática Catedral de Notre-Dame de París celebra su reapertura cinco años después de un devastador incendio que dañó su estructura.

París: Con tres resonantes golpes en sus puertas, el Arzobispo de París, Laurent Ulrich, portando un bastón hecho de vigas chamuscadas por el fuego, la ciudad revivió su joya arquitectónica.

Pasaron cinco años desde que un incendio incontrolado consumió el tejado de la Catedral de Notre-Dame, y hoy marca la reapertura de este monumento emblemático, cuya campana ha sonado nuevamente, simbolizando el regreso emocional de uno de los hitos más reconocidos mundialmente, representativo de la cultura francesa y expresión del espíritu humano.

El Arzobispo Laurent Ulrich inició la ceremonia con un emotivo llamado: "Hermanos y hermanas, entremos ahora en Notre-Dame". Tras los ecos de sus palabras, empujó las puertas, y una melodiosa coral comenzó a cantar al entrar.

En la congregación, se encontraban figuras destacadas como el presidente electo de EE. UU., Donald Trump, el heredero al trono británico y el líder de Ucrania en tiempos de guerra, Volodymyr Zelensky.

Su anfitrión era el presidente francés, Emmanuel Macron, quien se enfrenta a sus propios desafíos políticos en medio de esta celebración.

La llegada de Trump a París no es banal, ya que coincide con un momento crítico para los gobiernos de Europa Occidental, que, al igual que Francia, se encuentran atrapados entre un orden democrático liberal tambaleante y el ascenso de movimientos populistas y de extrema derecha que buscan reconfigurarlo.

"El mundo está un poco loco ahora mismo", comentó Trump a Macron antes de la ceremonia.

Sin embargo, en medio de los tumultos políticos que envuelven la región, todo parecía desvanecerse ante la majestuosidad del acontecimiento.

Este edificio, que tiene una historia de más de novecientos años, ha sido testigo de innumerables eventos históricos, desde coronaciones hasta momentos de reflexión durante la guerra.

Aunque hoy, muchos de los presentes en esta ceremonia probablemente sean solo una nota al pie en la rica historia de Notre-Dame, su reapertura es un recordatorio de la resiliencia.

La restauración ha sido un laborioso proceso, un símbolo de esperanza y renovación para París y el mundo.

La Catedral de Notre-Dame, conocida por su arquitectura gótica y su impresionante fachada, también alberga obras de arte invaluables y una rica colección de vitrales que ahora vuelven a brillar con la luz del día, tras ser cuidadosamente restaurados.

La apertura al público representa no solo la recuperación de un sitio sagrado, sino el reencuentro de la cultura y la historia, posiciones necesarias en tiempos de incertidumbre mundial.

Este renacer de Notre-Dame sigue siendo un poderoso símbolo de la capacidad humana para reconstruir y sanar después de la adversidad.

Mientras el mundo observa, la Catedral se levanta como un faro de esperanza, un recordatorio de la belleza que perdura a pesar de las dificultades.