Un nuevo temblor sacudió a los marroquíes el domingo mientras lloraban a las víctimas del terremoto más fuerte del país en más de un siglo y buscaban rescatar a los supervivientes, mientras soldados y trabajadores de ayuda se apresuraban a llegar a los pueblos montañosos arrasados. La tragedia ha dejado más de 2100 muertos, cifra que se espera que aumente.

Las Naciones Unidas estimaron que 300,000 personas resultaron afectadas por el terremoto de magnitud 6.8 del viernes por la noche, y algunos marroquíes se quejaron en las redes sociales de que el gobierno no permitía más ayuda externa.

Los equipos internacionales de ayuda estaban listos para desplegarse, pero algunos se mostraron frustrados esperando a que el gobierno solicitara oficialmente asistencia.

La ayuda tardó en llegar a Amizmiz, donde parecía que faltaba todo un sector de la ciudad, compuesto por viviendas de ladrillos rojos y anaranjados tallados en una montaña.

El minarete de una mezquita se había derrumbado.

"Es una catástrofe", dijo el habitante Salah Ancheu, de 28 años.

"No sabemos qué nos depara el futuro.

La ayuda es insuficiente".

Los residentes barrieron los escombros del principal camino sin pavimentar hacia la ciudad y aplaudieron cuando llegaron camiones llenos de soldados.

Pero suplicaron por más ayuda.

"No hay ambulancias, no hay policía, al menos por ahora", dijo Ancheu.

Los que quedaron sin hogar, o temiendo más réplicas, durmieron al aire libre el sábado, en las calles de la antigua ciudad de Marrakech o bajo toldos improvisados en ciudades de las montañas del Atlas, como Moulay Brahim.

La peor destrucción se produjo en las comunidades rurales de difícil acceso debido a que las carreteras que serpentean por el terreno montañoso estaban cubiertas de rocas caídas.

Además de las pérdidas humanas, la economía también se vio fuertemente afectada por el terremoto.

Se estima que los daños materiales ascienden a más de 500 millones de euros, una cifra alarmante para un país en desarrollo como Marruecos.