Kamala Harris, actual vicepresidenta, se posiciona como fuerte candidata para las elecciones presidenciales de Estados Unidos, superando a Donald Trump en los sondeos.

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Durante esta semana, en el escenario del Convención Nacional Demócrata en Chicago, un pancarta resonó con el lema: “Un nuevo camino hacia adelante”. Este mensaje refleja la promesa que Kamala Harris ha enfatizado en sus discursos.

En un mitin en Milwaukee, la vicepresidenta destacó: "Juntos trazaremos un nuevo camino hacia adelante". Cuando Barack Obama se dirigió al público y provocó vítores de "¡sí, ella puede!", fue difícil no recordar los momentos icónicos de su campaña del 2008. Harris representa un cambio en la era política del país, aunque es importante señalar que ella es actualmente la vicepresidenta de la administración en funciones.

En este contexto, la historia del liderazgo demócrata en Estados Unidos se hace evidente.

De los últimos dieciséis años, doce han sido bajo un gobierno demócrata.

Esta no es una repetición del Obama de 2008, que fue una respuesta clara a los mandatos de George W. Bush, ni sigue la línea de Biden en 2020, que buscaba poner fin a la era de Trump.

En cambio, Harris se presenta para alcanzar una promoción desde la vicepresidencia.

A pesar de las dudas iniciales de algunos analistas políticos que consideraban que Harris no representaba una amenaza real para Donald Trump, los recientes sondeos sugieren que la situación ha cambiado.

Una encuesta nacional mostró que Harris lidera por primera vez en la contienda, una victoria clave que aumenta el optimismo entre los votantes demócratas, quienes ahora parecen más satisfechos con sus opciones.

Desde la retirada de Biden, el apoyo a Harris ha aumentado significativamente, con un 62% de los demócratas manifestando su apoyo sólido hacia ella, en comparación con el 34% que tenía Biden.


Incluso las tendencias demográficas juegan a favor de Harris, quien ha podido conectar mejor con los votantes jóvenes, los votantes afroamericanos, así como con aquellos independientes y votantes blancos sin título universitario.

Este panorama sugiere que Harris podría tener una ventaja en los estados clave para las elecciones.

El ambiente que rodea a sus mítines es vibrante: las multitudes son masivas, las donaciones han aumentado, y este nuevo dinamismo ha puesto a Trump en una posición defensiva.

El ex-presidente ha perdido su habilidad para lanzar ataques contundentes y ha comenzado a hacer comentarios extraños sobre la raza de Harris y la naturaleza de su apoyo, alegando que ella no es realmente negra y que los crowds son generados por inteligencia artificial.

Le resulta difícil encontrar un apodo despectivo que parezca convincente.

Además, Trump ha expresado su descontento, llamando a la llegada de Harris como "injusta" y refiriéndose a su ascenso como un "golpe" o una forma de interferencia electoral.

A medida que el clima político cambia, los republicanos se encuentran cada vez más preocupados.

La ex gerente de campaña de Trump, Kellyanne Conway, aconsejó que se necesita “menos insultos y más perspectivas” mientras que Nikki Haley, quien había respaldado fuertemente a Trump, pidió que se dejara de quejarse y que se centraran en lo que realmente importa en la campaña: las cuestiones relevantes para los votantes, no la raza de Harris ni el tamaño de las multitudes en los mitines.