El fundador de WikiLeaks recupera su libertad en la isla de Saipan

En el remoto expanse del océano Pacífico en la punta más septentrional de la isla de Saipan, se encuentra un memorial a cientos de civiles y soldados japoneses que se arrojaron al vacío para evitar ser capturados por las fuerzas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial.

Ochenta años después, en un pequeño tribunal con vistas a las mismas aguas tropicales, el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, dio sus primeros pasos como un hombre libre en más de una década, poniendo fin a su propia saga de 14 años para evadir la captura de los Estados Unidos.

La jueza del Tribunal de Distrito de los Estados Unidos, Ramona Manglona, tardó poco menos de tres horas en conceder al fundador de WikiLeaks su libertad, mientras caminaba por el tribunal a través del acuerdo de culpabilidad que le permitiría ser liberado de inmediato.

Su condena de cinco años se consideró cumplida después de pasar la mitad de la década en la Prisión de Belmarsh en Londres.

Los ecos de la historia no se perdieron en la jueza nacida y criada en Sapian, quien recordó al tribunal la sangrienta batalla que se cobró la vida de 3000 soldados estadounidenses y muchos más japoneses.

"Me gustaría señalarles que la semana pasada, la isla ha estado celebrando 80 años de paz desde la Batalla de Saipan.

Este fue un lugar muy sangriento para japoneses y estadounidenses", dijo Manglona, dirigiéndose directamente a Assange.

"Hemos estado celebrando una paz aquí con un antiguo enemigo.

Y ahora hay algo de paz que necesitas restaurar en ti mismo cuando salgas y emprendas tu vida como un hombre libre".

Hubo un temblor en la voz del australiano al agradecer a Manglona.

La gravedad de la difícil situación se reflejó en su rostro y asintió levemente mientras el tribunal levantaba sesión por última vez en el caso de Estados Unidos contra Assange.

Menos de 100 personas se agolparon en la sala del tribunal para presenciar los procedimientos el miércoles, entre ellos la diplomacia australiana - el embajador ante los Estados Unidos, Kevin Rudd, y el alto comisionado del Reino Unido, Stephen Smith, quienes jugaron un papel en llevar a buen término el acuerdo.