Tsuchiyu Onsen se convierte en un ejemplo de cómo combinar la energía geotérmica con la preservación cultural y turística tras el desastre nuclear de Fukushima.

Tsuchiyu Onsen, situada en las laderas de las montañas Azuma, ha sido un destino de balneario durante más de 1400 años.

Esta localidad, a las afueras de Fukushima, es famosa por sus aguas termales que, a lo largo de los siglos, han atraído a viajeros de todas partes.

La comunidad local ha vivido tradicionalmente del turismo que estas aguas generan, sustentando posadas, casas de baños y tiendas de recuerdos.

Sin embargo, el destino de Tsuchiyu Onsen dio un giro hace nueve años cuando los líderes locales decidieron embarcarse en un proyecto audaz que pocas ciudades termales de Japón se atreverían a considerar: construir una planta de energía geotérmica.

Este proyecto tiene como finalidad aprovechar el agua termal de la región para generar electricidad renovable.

Japón cuenta con una de las reservas más grandes de energía geotérmica del mundo, la cual se encuentra generalmente cerca de sus más de 3000 onsen.

A pesar de contar con esta vasta fuente de energía, Japón depende en gran medida de combustibles fósiles importados para satisfacer su demanda eléctrica.

Los expertos estiman que, si el país aprovechara sus recursos geotérmicos, podría generar aproximadamente el 10% de su energía a partir de esta fuente.

El gobierno ha establecido un ambicioso objetivo de triplicar la producción de energía geotérmica en esta década, aumentando su aporte del 0.3% actual de la electricidad nacional al 1%.

No obstante, uno de los principales obstáculos que enfrenta este desarrollo es la oposición dentro de la industria de los baños termales de Japón.

Muchos empresarios de onsen temen que el desarrollo geotérmico pueda comprometer la calidad de sus fuentes de agua, lo que impactaría negativamente en sus negocios.

La preocupación por el potencial daño a este recurso vital ha llevado a muchos a resistirse a la idea de mezclar la energía geotérmica con la industria termal.

A pesar de estas preocupaciones, los residentes de Tsuchiyu Onsen han comenzado a ver cómo ambas industrias pueden coexistir.

"Es crucial preservar la cultura japonesa de los onsen y la identidad que representa, pero también necesitamos promover la energía limpia en Japón", comentó Rio Watanabe, propietario de la posada Sansuiso y descendiente de la vigésimo segunda generación de su familia en este negocio.

La transformación de Tsuchiyu Onsen ha estado fuertemente influenciada por el desastre nuclear de Fukushima en 2011, que devastó la economía local y llevó al país hacia un replanteamiento de su dependencia de la energía nuclear.

A raíz de esta tragedia, la comunidad ha reconsiderado sus actitudes hacia la energía renovable, reconociendo que este cambio no solo es necesario, sino que también presenta una oportunidad única para reinventar su identidad cultural y turística en el siglo XXI.

Con esto, Tsuchiyu Onsen se erige como un modelo en la búsqueda de un equilibrio entre la modernización energética y la preservación de su rica herencia cultural.