El reciente ataque terrorista en Israel ha dejado una profunda marca en la sociedad, generando dolor y angustia en todo el país

Hace trece días, nuestro mundo cambió para siempre.

El sangriento ataque medieval a inocentes, el mayor sufrimiento que ha experimentado la comunidad judía desde el Holocausto, ha sido un duro golpe para la invencibilidad que solía rodear a las Fuerzas de Defensa de Israel.

Los terribles sucesos registrados en el festival de música Nova, en el sur de Israel, han dejado más de 1400 personas fallecidas y otras 200 desaparecidas.

Esta tragedia ha generado un profundo dolor y traumas psicológicos en la comunidad judía, tanto en Israel como en otras partes del mundo, que quizás nunca sanen por completo.

Como persona de fe judía, criado en un Australia tolerante y multicultural, nunca pensé que experimentaría la misma amenaza existencial que vivieron mis padres durante la guerra de Yom Kippur en 1973. Sin embargo, ahora lo entiendo.

Me encuentro angustiado y preocupado por lo que depara el futuro.


Cuando los estudiantes judíos temen por su seguridad y evitan asistir a clases en sus campus universitarios, cuando los padres judíos sienten la necesidad de mantener a sus hijos en casa y las escuelas judías aconsejan a los estudiantes no usar sus uniformes fuera del recinto escolar para no ser identificados, sabemos que tenemos un problema grave.

Y cuando en manifestaciones en Sydney se escuchan consignas como 'malditos judíos' y 'gaseen a los judíos', comprendemos lo peligroso y serio que es este problema.

Es necesario unir fuerzas para terminar con el terrorismo y el odio antisemita.

La vida humana debe ser protegida y respetada en cualquier circunstancia y en todo lugar.

Sigamos trabajando para un mundo donde reine la paz y la tolerancia entre todas las comunidades.