Tras el asesinato de tres pequeñas en una clase de baile, las redes sociales culpan erróneamente a un migrante, desatando violentos disturbios en varias ciudades del Reino Unido.

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Recientemente, Inglaterra ha sido escenario de violentos disturbios tras el trágico asesinato de tres niñas en una clase de baile temática de Taylor Swift.

Este horrible suceso fue erróneamente atribuido a un migrante en redes sociales, lo que desató una serie de manifestaciones y disturbios por toda la nación.

La situación se agrava en un momento en que el nuevo gobierno laborista había prometido un cambio significativo tras años de mala gestión, pero la realidad se ha tornado en caos.

El acusado de estos crímenes es un joven de 17 años, originario de Cardiff y cuyos padres son de Ruanda.

Sin embargo, esto parece haber importado poco a los grupos extremistas de derecha que han tomado las calles, atacando incluso una mezquita en Southport, lugar donde vivían las pequeñas asesinadas.

La violencia se ha extendido a ciudades como Liverpool y Manchester, donde grupos de derecha han saqueado comercios.

Los disturbios han escalado a niveles alarmantes.

Manifestantes que portaban banderas de San Jorge y de la Unión Jack intentaron quemar hoteles para migrantes en localidades como Rotherham y Tamworth, mientras que los choques han llegado a afectar ciudades clave como Bristol, Hull, Belfast y Stoke.

La situación llevó a que decenas de policías resultaran heridos y más de 150 personas fueran arrestadas en todo el país.

Inglaterra ya ha enfrentado situaciones similares en el pasado, recordando los disturbios de Londres en 2011 que igualmente dejaron una profunda huella social y un creciente sentimiento de desconfianza hacia las autoridades.


Sin embargo, lo que diferencia los recientes disturbios es la influencia de las redes sociales, que han atraído a un gran número de jóvenes más interesados en la emoción de la violencia que en los ideales sociales que motivaron protestas raciales en años anteriores.

Los participantes de estas revueltas parecen haber dejado de lado la preocupación por la desinformación y han sucumbido a la influencia de manipuladores en redes sociales que avivan la discordia y la confrontación.

Este fenómeno no es exclusivo de Inglaterra; por ejemplo, en Australia, tras los apuñalamientos masivos en Bondi Junction, se desató un violento tumulto provocado por rumores en línea.

En el contexto político británico, la inmigración ha sido un tema divisorio que contribuyó significativamente al autocastigante voto a favor del Brexit.

Sin embargo, los recientes disturbios han puesto de relieve el costo que implica cuando los políticos permiten que las instituciones gubernamentales colapsen: la desconfianza hacia la policía ha alcanzado niveles récord, las cárceles están saturadas y el sistema judicial es un caos, con ciudadanos esperando hasta dos años para que se celebre su juicio.

La intersección entre la mala gestión política y el resurgir del racismo y la violencia en las calles es un recordatorio alarmante de que la sociedad británica todavía tiene mucho trabajo por hacer para superar divisiones históricas y construir un futuro más cohesivo.