El presidente electo Donald Trump apunta a Joe Biden y a Gavin Newsom por la situación de incendios en California que ha dejado muertos y devastación.

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La temporada de incendios forestales en Australia demuestra que la unidad política puede ser vital para afrontar tragedias. Sin embargo, en Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, la situación parece distinta. A medida que grandes áreas de Los Ángeles se ven consumidas por incendios descontrolados, Trump, desde el otro extremo del país, lanza acusaciones y promueve la división entre los políticos.

En un contexto devastador donde al menos cinco personas han perdido la vida, más de 1.000 edificaciones han sido destruidas, y más de un millón de personas se encuentran sin suministro eléctrico, Trump ha señalado directamente al presidente Joe Biden y al gobernador Gavin Newsom como los responsables de esta crisis.

Los incendios han obligado a la evacuación de miles de residentes y han generado un clima de desesperación en la población afectada.

Menos de dos semanas antes de asumir la presidencia, Trump utilizó su plataforma social, Truth Social, para criticar a Newsom por un memorandum presidencial que este firmó en 2020, el cual tenía como objetivo desviar agua del norte de California hacia las tierras agrícolas del centro y sur del estado.

Trump se lamentó: “SIN AGUA EN LOS HIDRANTES, SIN DINERO EN FEMA. ESTO ES LO QUE JOE BIDEN ME DEJA. ¡GRACIAS, JOE!”

Por su parte, el equipo de Newsom acusó a Trump de “hacer política” y desestimó la afirmación sobre la desviación del agua como “pura ficción”.

A esta situación se agrega el hecho de que las temperaturas están por las nubes, un fenómeno atípico para la temporada de incendios en invierno. La combinación letal de sequía extrema y los vigorosos vientos de Santa Ana —que soplan desde el desierto a través de las montañas— ha golpeado a Los Ángeles con una fuerza equivalente a 160 km/h, avivando tanto las llamas como el juego político.


Antes de que Trump hiciera sus acusaciones, las autoridades ya habían enfrentado críticas generalizadas por la gestión de la crisis. La cancelación de un proyecto de túneles destinado a canalizar agua del norte al sur del estado a principios de año provocó una nueva oleada de indignación.

Un residente de Pacific Palisades, identificado como Wes Nichol, expresó su descontento en redes sociales: “Estoy furioso por lo que vi. Nuestros políticos nos han fallado. Inesperados, poco imaginativos, con falta de personal, y ahora abrumados. Deben rodar cabezas por esta catástrofe”.

Para empeorar las cosas, la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, formó parte de una delegación presidencial en Ghana durante el inicio de los incendios en su ciudad.

Este tipo de situaciones alimenta una narrativa de descontento hacia California, un estado que históricamente ha apoyado a los demócratas y que, para muchos republicanos, representa una cultura de liberalismo extrema.

A través del apoyo financiero de gigantes de Hollywood, este estado ha ido tejiendo un vínculo estrecho con figuras políticas de la oposición, como Kamala Harris, quien recientemente intentó alcanzar la presidencia sin éxito.

La crisis en Los Ángeles plantea importantes preguntas sobre la responsabilidad política, el liderazgo en momentos de catástrofe, y la división que persiste en el ámbito político estadounidense.