El reciente debate entre los candidatos a la vicepresidencia, J.D. Vance y Tim Walz, tuvo lugar en un ambiente civil, a pesar de la intensa rivalidad política.
Washington: En el mundo del boxeo, las peleas preliminares permiten que el público vea a boxeadores menos conocidos, pero normalmente no tienen mucha influencia en la pelea principal.
Sin embargo, en el contexto de una elección presidencial estadounidense, donde se han producido dos intentos de asesinato, un candidato republicano envejecido que enfrenta la posibilidad de prisión, y encuestas que muestran una disputa reñida, el debate entre los candidatos a la vicepresidencia, Tim Walz y J.D. Vance, ha adquirido una gran relevancia.
Durante más de 90 minutos, ambos contendientes discutieron temas cruciales como la inmigración, la economía, el aborto y la situación en el Medio Oriente.
A diferencia del tenso debate del mes anterior entre los aspirantes a la presidencia, Donald Trump y Kamala Harris, esta confrontación fue notablemente más civilizada.
En el intercambio anterior, Harris había atacado a Trump por el tamaño de sus multitudes, lo que llevó al ex presidente a lucir irritable y enojado.
En contraste, Vance y Walz mantuvieron un tono cordial que a veces se asemejaba más a un club de apreciación mutua.
“He disfrutado del debate de esta noche, y creo que hemos encontrado muchos puntos en común”, comentó Walz al hacer referencia a la amenaza que representa la democracia bajo la administración de Trump.
Poco después, el republicano Vance respondió de manera similar: “Espero que ganemos, y confío en que lo haremos.
Pero si Tim Walz se convierte en el próximo vicepresidente, tendrá mis oraciones, mis mejores deseos y mi ayuda siempre que lo desee.”
Este nivel de amabilidad fue sorprendente, ya que en las semanas previas, ambos se habían atacado mutuamente con fuerza.
Vance había calificado a Walz como un “liberal peligroso”, mientras que Walz había llamado a Vance un “extremista extraño”.
El contexto actual de la política estadounidense está marcado por una profunda polarización.
A medida que el país se aproxima a las elecciones presidenciales, con una economía en crisis y debates acalorados sobre cuestiones de derechos civiles, el civismo en el discurso político se está volviendo cada vez más raro.
Los enfrentamientos en los debates son una oportunidad no solo para que los candidatos muestren sus posturas más profundas, sino también para que los votantes puedan captar la habilidad de sus posibles futuros líderes en situaciones de tensión.
La historia de debates en EE.UU. ha variado considerablemente, desde las confrontaciones acaloradas entre Richard Nixon y John F. Kennedy en 1960, hasta los dos debates presidenciales entre Barack Obama y Mitt Romney en 2012.
A medida que el país sigue en esta trayectoria política convulsa, la inesperada cortesía entre Vance y Walz podría ser un precedente interesante que desafía la norma del ataque personal en las contiendas electorales.
Mientras el ambiente competitivo se intensifica, la cortesía y el respeto en el debate podrían mostrarse como un factor crucial para atraer votos en una sociedad cada vez más escindida.