Los candidatos Donald Trump y Kamala Harris personifican divisiones históricas en Estados Unidos, presentando visiones opuestas del futuro del país.
En la historia de Estados Unidos, nunca antes los votantes se han visto ante la opción de elegir entre dos candidatos presidenciales que representan de forma tan clara las divisiones crónicas del país.
Ni siquiera en las elecciones de 1860, justo antes de la Guerra Civil, existió una contraposición tan marcada.
En ese entonces, Abraham Lincoln, candidato republicano, emergió victorioso de una contienda que incluyó a dos demócratas rivales.
En esta significativa elección, Kamala Harris, una mujer negra hija de inmigrantes, se enfrenta a Donald Trump, un misógino racista que saltó a la fama política como líder del movimiento 'birther', que cuestionaba la legitimidad del primer presidente afroamericano del país.
La campaña de Trump comenzó con ataques a los inmigrantes mexicanos, lo que resalta aún más el contraste con Harris, quien representa una narrativa de progreso y esperanza.
Kamala Harris no solo es una demócrata, sino una defensora de la democracia.
Cree en elecciones libres y justas y en la importancia de sus resultados.
En cambio, Trump ha difamado repetidamente la democracia, no solo en las elecciones de 2020, cuando perdió, sino también en 2016, reculando ante el hecho de que Hillary Clinton obtuvo 3 millones de votos más a nivel nacional.
Trump llegó a afirmar que hasta 5 millones de esos votos habían sido emitidos de manera ilegal, lo que evidencia su tendencia hacia el despotismo.
A sus 60 años, Harris es una exabogada que confía en la grandeza del derecho constitucional, mientras que Trump, un aspirante a dictador, ha amenazado con eliminar la norma que rige el país.
En el contexto de esta electoral, se ha popularizado la frase "la fiscal contra el delincuente", aunque esta descripción apenas rasguña la superficie de sus diferencias más profundas.
Trump y Harris no solo representan diversas líneas de pensamiento en la política, sino también tradiciones históricas contrastantes.
Mientras que Trump recuerda que la historia de EE. UU. ha estado marcada por el racismo y la conspiración desde 1776, Harris se enmarca en un relato de progreso y esperanza.
Las diferencias en el enfoque de sus últimos actos de campaña también reflejan esta dualidad.
Trump eligió el Madison Square Garden, un lugar que, a pesar de sus intenciones, traerá a la mente comparaciones con mítines fascistas de 1939. Por otra parte, Harris se presentó en la Elipse del Mall Nacional, justo donde Trump instigó la insurrección del 6 de enero.
Con la Casa Blanca a sus espaldas y el monumento a Washington frente a ella, Harris habló de hitos simbólicos en las luchas por la libertad en Estados Unidos como Norman, Selma, Seneca Falls y Stonewall.
Nunca antes los estadounidenses habían tenido la posibilidad de elegir entre presidencias tan divergentes.
Trump podría llevar a cabo los cambios más dramáticos en la gobernanza federal desde el New Deal de Franklin Delano Roosevelt, al despedir a miles de funcionarios públicos que considerara un obstáculo.
En contraste, Harris respetaría la separación de poderes y los derechos reproductivos de las mujeres, área en la que los republicanos probablemente intentarían restringir aún más.
La política exterior de "América Primero" de Trump podría tener consecuencias devastadoras para la lucha por la libertad en Ucrania y empoderar a otros líderes autoritarios como Vladimir Putin y Xi Jinping.
Profundizar la guerra comercial con China podría arrastrar al mundo a una recesión que afectaría a todos nuestros bolsillos.
Además, Trump se ha comprometido a abandonar el acuerdo de París sobre el clima, una decisión que, desde la segunda nación más contaminadora del mundo, podría señalar una derrota en la lucha contra el calentamiento global.