Eveline Goubert, reconocida psicoterapeuta de Colombia, comparte su historia de perder a sus tres hijos y las lecciones que aprendió sobre el duelo, la resiliencia y la gratitud.

En una entrevista emotiva, Goubert compartió detalles íntimos de su historia, reflexionando sobre cómo ha enfrentado el dolor, el #duelo y la aceptación a lo largo de los años.
Su primera tragedia ocurrió con Nicolás, su primer hijo, quien nació prematuro tras un embarazo complicado. Eveline relata que, a los siete meses de gestación, sufrió una pielonefritis, una infección renal que, según los médicos, aceleró el parto. Nicolás nació con problemas pulmonares y rápidamente fue llevado a cuidados intensivos. Sin embargo, apenas un día después, la madre recibió la devastadora noticia: su pequeño había fallecido. "El médico nos dijo que lo mejor era dejarlo en la clínica, evitar el funeral y no hacer muchas ceremonias. La forma en que manejaron esa pérdida fue muy dura para nosotros", comenta Goubert.
Años después, Eveline quedó embarazada nuevamente y, tras un embarazo considerado normal, nació Mateo, un niño saludable. Pero la felicidad fue efímera. Eveline y su pareja decidieron tener otro hijo en busca de una niña, y así llegó Alejandra, tras un largo proceso de intentos y pérdidas. La historia de su embarazo fue marcada por complicaciones: embarazos ectópicos y múltiples intervenciones quirúrgicas, incluyendo la extracción de la trompa izquierda y el ovario.
A pesar de estos obstáculos, finalmente, en 2012, nació Alejandra, una niña sana que llenó de alegría su vida durante varios años.
La tragedia volvió a tocar su puerta cuando Alejandra enfermó de manera inexplicada. Inicialmente, los médicos diagnosticaron gastritis, pero los síntomas persistieron y empeoraron. La niña fue internada y, en cuestión de días, sufrió un paro cardiorrespiratorio y falleció. La pérdida fue un golpe duro para Eveline, quien quedó devastada por la muerte de su pequeña.
Solo un año después, su hijo Mateo comenzó a mostrar síntomas inquietantes, como sudoraciones nocturnas excesivas. Preocupados, acudieron a un centro médico especializado en oncología. Tras varios análisis, se confirmó que Mateo tenía un tumor en el mediastino con metástasis. La batalla contra la enfermedad duró siete meses, pero finalmente, el niño también perdió la vida.
La historia de Eveline Goubert no solo refleja el dolor profundo de perder a un hijo, sino también la forma en que una madre puede transformar el sufrimiento en una fuente de aprendizaje y crecimiento personal.
Ella asegura que el duelo duele mucho y que es importante permitir que ese dolor exista
Ella asegura que el duelo duele mucho y que es importante permitir que ese dolor exista. "Ya tenía experiencia en tratar de evitar el dolor con Nicolás, pero aprendí que eso no lleva a ninguna parte. Lo que hice fue rediseñar ese dolor, convertir la ausencia en gratitud por los recuerdos y el tiempo compartido", explica.
Goubert también señala que vivir con dolor no es saludable; más bien, uno se acostumbra a él, pero eso no significa que sea correcto. La clave, según ella, es aceptar la tristeza y enfocarse en los momentos felices que compartieron con sus hijos. "Prefiero tenerlos y acompañarlos en su paso por la vida, que quedarme llorando por lo que no fue. La gratitud por haberlos tenido es lo que me ayuda a seguir adelante", afirma.
Su historia, además, se enmarca en un contexto histórico donde muchas madres han enfrentado pérdidas similares en medio de guerras, epidemias y crisis sociales.
La resiliencia, la memoria y la esperanza son elementos que han ayudado a muchas a sobrellevar el duelo y a transformar la tristeza en una fuente de inspiración.
En conclusión, la experiencia de Eveline Goubert nos invita a reflexionar sobre la importancia de aceptar el dolor, honrar la memoria de quienes hemos perdido y valorar cada momento con nuestros seres queridos.