Konrad Adam abandona el partido Alternative for Germany (AfD) tras declarar que está dominado por extremistas y oportunistas.

En Europa, Oberursel, Frankfurt: Konrad Adam estaba allí, en la sala, cuando se fundó el partido Alternative for Germany.

Adam, un periodista retirado del diario nacional alemán Die Welt, fue uno de los 18 hombres económicamente conservadores que en 2013 se reunieron en un salón comunitario en Oberursel, al noroeste de Frankfurt, indignados por los rescates de la Unión Europea a miembros endeudados después de la crisis financiera mundial.

Ahora, 11 años después, desespera.

El octogenario de 82 años no reconoce a su antiguo partido, conocido como AfD. Renunció el 1 de enero de 2021, tras declarar que estaba invadido por 'extremistas y oportunistas'. Mientras tanto, la popularidad del partido de extrema derecha está en aumento.

El fin de semana, obtuvo un número récord de votos en las elecciones parlamentarias europeas.

AfD obtuvo el 16 por ciento, solo por detrás de los Demócratas Cristianos, el principal partido de centro-derecha en la política alemana, con un 30 por ciento.

AfD obtuvo 5 puntos porcentuales más que en las elecciones de 2019, y en un claro reproche al gobierno de Olaf Scholz, superó en votos a cada uno de los tres partidos de la coalición gobernante de Alemania.

Ni siquiera una serie de escándalos en torno a AfD pudo detener su avance.

Se vio obligado a expulsar a su candidato principal de su delegación, Maximilian Krah, después de causar indignación con una entrevista conjunta de Financial Times y La Repubblica en la que dijo que no todos los que sirvieron en la SS de Adolf Hitler eran criminales.

Tras la publicación de esos artículos, el conservador grupo Identidad y Democracia en el parlamento europeo –dominado por el Rassemblement National de Marine Le Pen– decidió expulsar a AfD, en un movimiento que amenazaba con dejar al partido en el desierto político.

Las encuestas a pie de urna del fin de semana encontraron que los votantes de AfD estaban más preocupados por su bienestar económico, lo que refleja el rechazo en algunos países contra el costo de las políticas verdes, y exigían medidas más fuertes para detener la migración irregular.

Es otro signo del giro hacia la derecha política en toda Europa.