Starbucks ha revertido su política de acceso a los baños, ahora requiriendo una compra para ingresar, lo que ha generado opiniones divididas entre clientes y empleados. La medida busca recuperar su esencia, pero ha causado debate sobre derechos y accesibilidad.

Imagen relacionada de nueva politica starbucks obliga compra banos controversia

En un giro que ha provocado una fuerte discusión pública, Starbucks ha implementado una nueva norma que exige a los clientes realizar una compra para poder usar los baños y acceder a otras áreas de sus locales.

Esta decisión, que marca un cambio respecto a su política anterior, ha generado opiniones encontradas entre consumidores, empleados y defensores de los derechos humanos.

La historia de esta política se remonta a 2018, cuando Starbucks implementó un acceso abierto a sus baños, permitiendo que cualquier persona pudiera utilizarlos sin necesidad de realizar una compra.

La medida fue vista como un acto de inclusión y hospitalidad, en línea con la tradición de la cadena de crear un ambiente acogedor para toda la comunidad.

Sin embargo, en enero de 2025, la compañía dio marcha atrás a esta política, reintroduciendo la exigencia de compra previa.

Esta decisión se produce en un contexto donde la cadena busca volver a sus raíces, según declaraciones de su nuevo presidente y CEO, Brian Niccol.

En un comunicado emitido en agosto pasado, afirmó que la estrategia busca fortalecer la experiencia en sus locales, recuperando la esencia de Starbucks como un lugar de encuentro y descanso.

Además, la empresa anunció que quienes consigan su primer café en el local podrán acceder a recargas gratuitas de café o té, incentivando a los clientes a permanecer más tiempo en sus espacios.

No obstante, las reacciones han sido variadas. Muchos clientes entienden la medida como una forma de mejorar la experiencia y evitar el uso indiscriminado de los recursos. Otros, sin embargo, la consideran inhumana y discriminatoria, especialmente en un momento en que la crisis social y económica aumenta la vulnerabilidad de muchas personas.

Algunos empleados también han expresado su preocupación por la carga adicional que representa tener que controlar quién entra o no, y por la posible pérdida de la hospitalidad que caracterizaba a Starbucks.

Uno de los casos más polémicos ocurrió en un establecimiento de Filadelfia en 2018, donde un gerente llamó a la policía tras la presencia de dos hombres negros que estaban esperando una reunión sin haber pedido nada.

La situación llevó a un acuerdo financiero y una disculpa pública por parte de la cadena. Actualmente, algunos trabajadores temen que la política actual pueda derivar en incidentes similares, afectando especialmente a personas vulnerables o en situación de calle.

Por ejemplo, en un Starbucks de Las Vegas, un barista comentó que la intención de hacer que los clientes compren algo antes de usar los baños busca devolver a la cafetería a un concepto más exclusivo.

Sin embargo, esto ha provocado molestias y enfrentamientos, como el caso de un cliente que intentó usar el baño y, al no poder, lanzó dinero y amenazas al personal.

En paralelo, defensores de los derechos humanos y algunos sindicatos han criticado duramente la nueva política, acusando a Starbucks de intentar “nicolinear a las personas” y reducir la accesibilidad en sus locales.

La medida ha sido calificada por algunos como una estrategia para obtener mayores ganancias a costa de la comodidad y los derechos básicos de los consumidores.

La controversia también ha llegado a los medios internacionales, donde se discuten las implicaciones sociales de restringir derechos fundamentales como el acceso al agua y los servicios básicos en espacios públicos comerciales.

Mientras tanto, Starbucks continúa defendiendo su política, argumentando que busca mantener un ambiente limpio, seguro y cómodo para todos, aunque las opiniones públicas parecen estar cada vez más divididas sobre si esa es la prioridad o si se está sacrificando la inclusividad en el proceso.