Los pescadores negros de Carolina del Norte han sido pilares invisibles en la historia y desarrollo del sector pesquero, contribuyendo a la economía local y preservando tradiciones ancestrales que ahora reciben un reconocimiento merecido.

Desde tiempos coloniales, la industria pesquera en Carolina del Norte ha sido un elemento esencial en la economía y cultura de la región. Sin embargo, la contribución de los pescadores afroamericanos ha sido históricamente subvalorada y poco reconocida, a pesar de su papel crucial en la sustentabilidad y crecimiento del sector.
John Mallette, un pescador y empresario de Jacksonville, creció rodeado por el mar. Su padre fue uno de los pioneros en la creación de Ocean City, la primera comunidad playera propiedad de afroamericanos en Carolina del Norte. Desde niño, Mallette aprendió a pescar y a manipular los mariscos en las embarcaciones familiares, una tradición que ha pasado de generación en generación.
Hoy en día, su empresa, Southern Breeze Seafood, distribuye productos frescos a mercados y universidades en todo el estado, incluyendo la Universidad de North Carolina Wilmington.
Con planes para abrir un restaurante en ese campus, Mallette busca no solo promover la cultura de la pesca local, sino también educar a las nuevas generaciones sobre el valor de los recursos marítimos regionales.
Esta historia es solo una muestra de una larga tradición que ha definido a la comunidad afroamericana en la industria pesquera de Carolina del Norte.
Desde los años 1760, cuando los pescadores negros contribuían a la pesca de alosos y arenques en los ríos, hasta la intensa actividad en comunidades como Southport, Beaufort y Morehead City, donde se extraía menhaden para la producción de fertilizantes y aceites, los afroamericanos han sido parte integral del desarrollo de esta actividad económica.
La participación en estas industrias no solo implicaba la pesca, sino también labores en las fábricas de procesamiento, en las que las mujeres y los hombres desempeñaban roles específicos.
La historia revela que estas operaciones estaban marcadas por una fuerte presencia de mano de obra negra, que enfrentaba condiciones arduas y, en muchas ocasiones, discriminación.
A lo largo de los siglos, estos pescadores han enfrentado múltiples desafíos, incluyendo la expansión urbana, regulaciones fluctuantes y la competencia con productos importados.
Hoy, enfrentan obstáculos como el vandalismo y la falta de apoyo institucional. Herman y Quinnetta Manley, por ejemplo, tuvieron que reconstruir su embarcación tras un acto de sabotaje, lo que reflejó los obstáculos sociales que aún persisten en el sector.
A pesar de estas dificultades, figuras como el chef Keith Rhodes, propietario del restaurante Catch, han decidido apoyar la pesca local desde la gastronomía.
Rhodes, quien también forma parte de la Comisión de Pesca Marina de Carolina del Norte, ha denunciado amenazas y críticas por su labor en favor del consumo de mariscos regionales, pero continúa promoviendo la importancia de apoyar a los pescadores locales.
El trabajo de organizaciones como NC Catch ha sido fundamental para visibilizar estas historias y promover la diversidad en la industria pesquera. Su exposición “La experiencia afroamericana en la pesca de Carolina del Norte” ha recorrido Wilmington y el museo Core Sound Waterfowl en Harkers Island, mostrando retratos y relatos que celebran a estos pescadores y sus familias.
Quincy Rhodes, uno de los pescadores representados, comenta que su intención es que más personas conozcan y valoren el trabajo en el mar. Aunque no nació en la industria, ha aprendido sobre el negocio, la conservación y la cultura que rodea a los mariscos. Para Rhodes, el futuro del sector está lleno de oportunidades, especialmente en un estado que posee algunas de las aguas más productivas de la costa atlántica.
El fortalecimiento de la economía local pasa por reconocer y apoyar a estos pescadores, que muchas veces trabajan en la sombra. La diversificación de sus actividades, como la oferta de cursos y mercados móviles en comunidades desfavorecidas, demuestra la capacidad de adaptación y crecimiento dentro del sector.
De acuerdo con Garrity-Blake, presidenta de NC Catch, la industria pesquera en Carolina del Norte ha cambiado su paradigma, pasando de ser una actividad de volumen a una que valora la calidad y sostenibilidad, con una mayor proporción de productos que permanecen en el estado.
Sin embargo, muchas de las gambas, camarones y otros mariscos que se venden en supermercados y restaurantes provienen de países como Vietnam o Tailandia, donde las condiciones de producción no siempre son controladas ni sostenibles.
En conclusión, los pescadores afroamericanos de Carolina del Norte representan una pieza fundamental en la historia y la economía del estado. Su lucha por el reconocimiento, la conservación de tradiciones y la sostenibilidad del recurso marino continúa, impulsada por iniciativas que buscan educar, visibilizar y apoyar a esta comunidad.
La calidad del marisco local no solo es un símbolo de orgullo, sino también un testimonio del esfuerzo y la resiliencia de quienes han mantenido viva una tradición que ahora empieza a recibir el reconocimiento que merece.