La leyenda del fútbol italiano, Salvatore Schillaci, ha fallecido tras una larga batalla contra el cáncer. Recordamos su legado en el Mundial de 1990 y su vida personal.

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Salvatore "Totò" Schillaci ha fallecido, un nombre que resonará para siempre en la memoria colectiva del fútbol italiano, especialmente por su espectacular actuación en el Mundial de Italia 1990 y su relación con la emblemática canción "Un'estate italiana" interpretada por Edoardo Bennato y Gianna Nannini.

Esta melodía se convirtió en un himno de esperanza para miles de aficionados que siguieron al equipo italiano, que llegó a las semifinales antes de ser eliminado por Argentina, liderada por el legendario Diego Maradona.

Recientemente, Schillaci había estado luchando en un hospital de Palermo (Sicilia), donde lidiaba con un cáncer de recto que se complicó en los últimos años, llevando al exfutbolista a someterse a tratamientos médicos y cirugías.

Su historia de vida es un reflejo de superación: nació prematuramente el 1 de diciembre de 1964, pesando solo 800 gramos, y creció en el barrio duro de Cep, donde comenzó a jugar al fútbol en las calles.

En sus propias palabras, "recogíamos dos buenas piedras, hacíamos los arcos y jugábamos hasta que se hacía de noche".

El camino hacia la cima no fue fácil.

Schillaci inició su carrera en el Messina, donde su talento deslumbró en las divisiones inferiores.

En 1982, a los 17 años, debutó en el equipo profesional y, tras buenos desempeños en la Serie C2, logró ascensos que lo llevaron a la atención de la Juventus.

En su primera temporada con el club, se convirtió en el máximo goleador, anotando 21 goles.

Su gran momento llegó cuando fue seleccionado para formar parte del equipo nacional en el Mundial de 1990, donde se convirtió en un fenómeno.

Schillaci anotó goles cruciales que llevaron a Italia a alcanzar el tercer puesto, siendo el máximo goleador del torneo con seis tantos.

Su actitud humilde y su conexión genuina con los aficionados lo convirtieron en una figura respetada y querida en el país, a pesar de que su carrera futbolística se vio marcada por la presión y la fama.


Después del Mundial, la carrera de Schillaci comenzó a declinar.

A pesar de seguir jugando en equipos como la Juventus y el Inter de Milán, su rendimiento disminuyó y su vida personal se complicó, enfrentándose a la separación de su primera esposa y problemas relacionados con su origen siciliano, que provocaron críticas injustas desde otros sectores de Italia.

A los 29 años, se convirtió en el primer futbolista italiano en jugar en la liga japonesa, donde continuó anotando goles.

Tras su retiro, regresó a Palermo y abrió una escuela de fútbol con la misión de dar oportunidades a los jóvenes de su barrio.

Su legado no solo radica en el deporte, sino también en su esfuerzo por mejorar su comunidad en un entorno frecuentemente asociado con la criminalidad.

Salvatore Schillaci también se aventuró en la televisión, participando en programas y reality shows, y compartió su vida personal al lado de su esposa, Barbara Lombardo, quien lo apoyó durante su enfermedad.

Su valentía frente a la adversidad fue un testimonio de su carácter, y a pesar de las dificultades, siempre mantuvo una conexión profunda con sus raíces y su gente.

"Amo Palermo", decía, recordando las dificultades que enfrentó de niño y cómo el fútbol lo ayudó a sobrepasar las adversidades, aunque a un costo emocionalmente alto.

La muerte de Schillaci deja un vacío en el fútbol italiano y en los corazones de aquellos que lo admiraron.

Su historia es un recordatorio del poder del deporte para inspirar y unir, y su legado perdurará en la memoria de todos los que vivieron aquellos mágicos momentos del Mundial de 1990.