Un vibrante clásico de la capital española culminó en un empate 1-1, con un final agónico marcado por la intervención del VAR.
El último derbi entre Atlético de Madrid y Real Madrid resultó ser un emocionante enfrentamiento que culminó en un empate 1-1, dejando a los aficionados con una mezcla de frustración y celebración.
El estadio Metropolitano, abarrotado con 70,112 espectadores, fue escenario de un espectáculo inolvidable, que no solo mostró la rivalidad entre ambos equipos, sino también la pasión de los seguidores.
Desde el inicio, el clima fue electrizante; sin embargo, el espectáculo en el campo tardó en florecer.
Ambos equipos parecieron más preocupados por anularse el uno al otro durante la primera mitad.
El Atlético, bajo la dirección de Diego Simeone, optó por una alineación táctica (4-4-2) que incluyó a Julián Álvarez en un rol de mediocampista izquierdo, buscando aportar un nuevo dinamismo al juego.
Aunque la Araña de Calchín tuvo una oportunidad clara, su remate fue detenida por el portero del Real Madrid, Thibaut Courtois.
El equipo azulgrana tampoco se quedó atrás en términos de oportunidades, con Federico Valverde y Jude Bellingham acercándose a la portería rival, pero encontraron a Jan Oblak en un gran nivel.
La primera parte finalizó sin goles, pero dejó entrever que la segunda mitad traería emociones fuertes.
Tras el descanso, el Atlético salió con más determinación, buscando romper el empate, pero fue el Real Madrid quien celebró primero.
Luka Modric ejecutó un tiro libre que encontró a Vinicius, quien centró para que Eder Militao, en un gran movimiento, controlara y fusilara al arco para abrir el marcador.
La euforia madridista, sin embargo, fue rápidamente apagada cuando los seguidores rivales respondieron lanzando diversos objetos al campo, lo que provocó la interrupción del partido.
El árbitro, Mateo Busquets Ferrer, decidió suspender el juego temporalmente, mandando a los jugadores a los vestuarios hasta que las cosas se calmaran.
Después de unos diez minutos de incertidumbre, el juego se reanudó y Simeone decidió realizar cambios cruciales al reemplazar a Álvarez por Ángel Correa, quien tendría un impacto inmediato en el partido.
En el último suspiro, cuando todo parecía indicar que el Real Madrid se llevaría la victoria, Correa, tras una brillante fuga, eludió al portero y anotó el empate en tiempo de descuento.
El VAR confirmó finalmente el gol, haciendo estallar de alegría a la afición colchonera y sellando un resultado que, a pesar de la intensidad, refleja el talento y coraje de ambos equipos.
Este empate mantiene a ambos equipos invictos en la competición y, aunque no pudieron aprovechar la caída del líder Barcelona, la batalla entre los dos gigantes de la capital fue un recordatorio del atractivo inagotable que el fútbol español ofrece.
La serie de clásicos madrileños continúa con su legado de sorpresas y emociones, prometiendo más encuentros apasionantes en el futuro.