En 1935, tres destacados jugadores argentinos lograron escapar de ser enrolados en las fuerzas armadas italianas para luchar en Etiopía, en un contexto de creciente tensión internacional y movilizaciones bélicas. La huida de Enrique Guaita, Alejandro Scopelli y Andrés Stagnaro representa una historia de resistencia y astucia en tiempos de guerra, además de reflejar las complejidades del fútbol en esa época marcada por conflictos y migraciones.

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En este contexto, figuras del deporte como Enrique Guaita, Alejandro Scopelli y Andrés Stagnaro, tres destacados futbolistas argentinos, protagonizaron una inusual historia de evasión en 1935, cuando la tensión entre Italia y Etiopía escalaba hacia un conflicto bélico.

El 20 de septiembre de 1935, hace exactamente 90 años, la noticia recorrió los periódicos argentinos y europeos: los #jugadores argentinos estaban en riesgo de ser reclutados por el régimen fascista de Benito Mussolini para participar en la invasión a Etiopía.

La campaña militar, que duró desde octubre de ese año hasta abril de 1936, fue símbolo de la expansión imperialista italiana en África, y movilizó a miles de soldados, entre ellos, deportistas que, por sus habilidades y prestigio, llamaron la atención del régimen.

En esa época, muchos futbolistas argentinos que residían en Italia tenían contratos y vínculos estrechos con clubes en la Serie A. La fama del #fútbol argentino y su talento en la escena internacional hicieron que algunos de sus jugadores fueran considerados símbolos deportivos, con una influencia que trascendía el deporte, llegando incluso a tener implicancias políticas y militares.

Sin embargo, Guaita, Scopelli y Stagnaro tomaron una decisión valiente: escapar de la conscripción militar italiana.

La huida fue planificada con rapidez. Los tres jugadores, que habían partido de Argentina en 1933, aprovecharon su estancia en Italia para organizar su escape. La noche anterior a su revisión médica militar, tomaron un tren de Roma hacia Santa Margarita Ligure y alquilaron un auto para cruzar la frontera con Francia, en Menton, en un intento desesperado por evitar el alistamiento.

Esta acción no solo contraindica la participación en la guerra, sino que los convierte en símbolos de resistencia frente a un régimen dictatorial.

La prensa de la época, tanto en Argentina como en Italia, siguió de cerca sus movimientos, y algunos analistas recordaron que esta estrategia de fuga podía interpretarse como un acto de valentía y desobediencia.

La incautación de una gran cantidad de divisas en la frontera, que se estimó en alrededor de 1.4 millones de euros actuales por la conversión de las 2.800.000 liras italianas secuestradas, fue otro de los sucesos destacados durante esos días.

Tras su escape, los tres futbolistas regresaron a Argentina en el barco llamado Mendoza, donde fueron recibidos con entusiasmo por familiares y aficionados.

En sus testimonios, Guaita explicó que buscaron evitar el compromiso militar porque “queríamos jugar al fútbol, no combatir”. La historia, a su vez, muestra las tensiones entre la pasión por el deporte y las obligaciones militares en tiempos de conflicto.

Por su parte, Alejandro Scopelli y Andrés Stagnaro contaron que, al enterarse de que debían pasar por la revisión médica, consultaron con dirigentes de sus clubes y planearon su salida en minutos.

Sino también su incorporación en el fútbol argentino

“Era una situación que no podíamos aceptar; no queríamos ser parte de una guerra que considerábamos injusta”, confesaron. Su regreso no solo implicó evitar la guerra, sino también su incorporación en el fútbol argentino, donde continuaron sus carreras en Racing Club y otros equipos.

En los años posteriores, la historia de estos tres futbolistas argentinos sirvió como ejemplo de inteligencia y determinados valores en momentos difíciles.

Guaita, por ejemplo, fue una figura destacada en la Roma, llegando a ser campeón mundial con la selección argentina en 1934 y logrando el apodo de “Corsario Negro”.

Por su parte, Scopelli continuó su carrera en Europa y en su país, destacándose también como técnico, mientras que Stagnaro consolidó su carrera en Racing.

Sus historias reflejan cómo el deporte puede cruzar las fronteras de la política, y cómo la valentía individual puede marcar la diferencia en tiempos de adversidad.