Un incidente en 2015 cambió la vida de Adrián Napolitano, conocido como el 'Panadero', quien arrojó gas pimienta a los jugadores de River en La Bombonera. La justicia y el club tomaron medidas que marcaron su destino, aunque con el tiempo su figura ha sido parcialmente rehabilitada entre algunos hinchas.

El 14 de mayo de 2015 quedó marcado en la memoria del fútbol argentino por un hecho que conmocionó a todos los aficionados y autoridades del deporte: Adrián Napolitano, popularmente conocido como el 'Panadero', protagonizó uno de los episodios más controversiales en la historia de La Bombonera.
En medio del entretiempo del Superclásico de octavos de final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate, Napolitano arrojó gas pimienta sobre los jugadores rivales, un acto que provocó la suspensión del partido, la eliminación de Boca y una serie de sanciones que afectarían la vida del hincha.
Napolitano, un ferviente simpatizante del equipo xeneize, fue rápidamente identificado por las cámaras de seguridad del estadio. El club aprovechó las instancias administrativas para aplicar el derecho de admisión y expulsarlo como socio, además de que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) le prohibió la asistencia a estadios por un período de tres años.
Este hincha, cuyo carnet llevaba el número 26.269, estuvo cerca de obtener la condición de socio vitalicio, pero tras el incidente intentó renunciar a su membresía para evitar sanciones mayores, aunque su expulsión fue formal y definitiva.
La Asamblea de Representantes recomendó que ningún posible retorno fuera permitido por las futuras administraciones del club.
El incidente no fue un hecho aislado en la historia del hincha. Napolitano había sido parte de agrupaciones internas en Boca, como 'Nuevo Boca', y mantenía vínculos estrechos con la política del club, incluso habiendo viajado a Jujuy en 2006 a pesar de las restricciones de ingreso para hinchas visitantes.
Antes de este hecho, ya había tenido participación activa en el entorno boquense, incluyendo haber estado en partidos en diferentes países y en ocasiones en zonas restringidas.
Tras el episodio, la justicia argentina actuó con rapidez. El 19 de mayo de 2015, unos días después del acto, le concedieron la eximición de prisión, y Boca anunció que iniciaría el proceso para expulsarlo definitivamente del club.
Napolitano se presentó ante el juzgado, aunque no declaró, y en su vivienda se encontraron diversos carnets y material político relacionado con agrupaciones internas.
El proceso judicial se extendió, y en junio la causa fue derivada a la Jueza Wilma López, quien amplió la investigación a posibles delitos de asociación ilícita, apuntando a un posible complot para perjudicar a la dirigencia del club, en aquel entonces encabezada por Daniel Angelici.
Napolitano, lejos de mostrar arrepentimiento, justificó sus acciones con expresiones como “Fue una jodita” y negó tener vínculos con las barras bravas o con negocios relacionados.
Su situación judicial continuó en proceso, y en 2016 recibió una probation, consistente en tareas comunitarias, una multa de aproximadamente 2.300 euros (equivalente a 25.000 pesos argentinos de aquella época) y una donación de pan a Cáritas. Aunque nunca hubo una condena penal definitiva, su relación con Boca quedó marcada, y fue apartado del mundo del fútbol y de la política del club.
Hoy, a los 44 años, Napolitano se dedica a su oficio como panadero en Valentín Alsina, gestionando dos panaderías y alejándose paulatinamente de la exposición pública.
En su juventud, fue un hincha muy activo: estuvo presente en el famoso “muletazo” de Palermo en 2000, viajó a Japón en 2003 y 2007, y se tatuó la insignia de Boca que ocupa todo su pectoral izquierdo.
A pesar de los años, algunos sectores del hincha muestran cierta empatía hacia él, calificándolo como un verdadero hincha, aunque su figura sigue siendo polémica.
El incidente en 2015 fue un punto de inflexión que marcó un antes y un después en la historia del fútbol argentino. La hungar de Napolitano quedó registrada en la memoria colectiva como un ejemplo de los excesos que pueden derivar de la pasión desbordada y de cómo un acto impulsivo puede cambiar trágicamente la vida de una persona y de un club.
Actualmente, su historia sigue siendo objeto de debate, en un país donde el fútbol y las pasiones parecen ir de la mano con episodios de violencia y polémica, pero también con historias de redención y olvido parcial, dependiendo desde qué ángulo se analice.