Durante el periodo comprendido entre el 21 de diciembre de 1808 y el 21 de febrero de 1809, la ciudad de Zaragoza vivió su segundo sitio, una dura prueba en la que sus habitantes se enfrentaron con valentía a las tropas invasoras.

El mariscal Lannes, en una carta enviada a Napoleón, describió la resistencia zaragozana como algo inaudito, señalando que los defensores luchaban con una ferocidad inigualable.

Esta guerra atroz y despiadada dejó horrorizados incluso a los franceses, quienes no podían creer cómo un ejército tan formidable como el suyo había sido frenado durante dos meses por los zaragozanos.

Tristemente, a pesar de su tenaz defensa, el avance de los invasores fue implacable y la ciudad tuvo que rendirse.

El Capitán General, aquejado de fiebres, abandonó el mando, lo que llevó a la Junta, presidida por Pedro María Ric, a tomar la decisión de no resistir más.

El 19 de febrero de 1809, se izó la bandera blanca en la Torre Nueva, simbolizando la rendición.

La firma de la capitulación tuvo lugar el día 20 y los pocos sobrevivientes abandonaron la ciudad a través de la Puerta del Portillo el 21 de febrero de 1809. Los franceses, al observar el desolador estado de los zaragozanos, no comprendían cómo habían sido capaces de detener durante dos meses a su ejército, considerado en ese momento el mejor de todos.

Esta batalla forma parte de la historia de Zaragoza y de España en general.

Fue un momento crucial en el que los habitantes de la ciudad demostraron su fiereza y valentía, aunque finalmente no pudieron resistir el poder del ejército invasor.

La rendición de Zaragoza quedará como un episodio memorable y emblemático en la lucha por la libertad y la defensa del territorio.

Fuentes:

- Archivo Palafox

- Estados de fuerzas de los diferentes cuerpos en Zaragoza

- Capitulación de la ciudad de Zaragoza ante el ejército francés