Con la llegada de olas de calor extremas en Canadá y Estados Unidos, expertos en salud ofrecen consejos para protegerse de los efectos nocivos del calor intenso, que pueden afectar a todos, especialmente a personas vulnerables y quienes toman ciertos medicamentos.
En los últimos días, diversas regiones de Canadá, incluido Ontario, Quebec y también en varias ciudades estadounidenses, están viviendo feroces olas de calor que superan los 40 °C en sensación térmica.
Estas condiciones no solo generan incomodidad, sino que también representan un riesgo serio para la salud, especialmente cuando las temperaturas alcanzan niveles históricos.
Estudios recientes indican que las altas temperaturas pueden dificultar la función de los órganos internos, generar golpes de calor y provocar muertes si no se toman las precauciones necesarias.
Mientras en Canadá el aeropuerto Pearson de Toronto registró una sensación térmica de aproximadamente 46 °C, en Europa, la ola de calor de verano de 2003 en Francia causó cerca de 15.000 muertes, alertando sobre los peligros de las temperaturas extremas. La ola de calor más severa en la historia de Quebec sucedió en 2019, dejando 66 muertes en pocos días, y en 2021, en British Columbia, unas 619 vidas se vieron afectadas por eventos de altas temperaturas.
Estos datos muestran la creciente vulnerabilidad de las poblaciones ante el cambio climático y la necesidad de adoptar medidas para reducir los riesgos.
Los síntomas relacionados con el calor excesivo incluyen enrojecimiento de la piel, sensación de calor intenso, aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, mareos, dolores de cabeza y una sed excesiva.
La exposición prolongada a temperaturas elevadas puede derivar en golpes de calor, con temperaturas corporales que superan los 40,6 °C, un cuadro médico de urgencia que puede dejar secuelas permanentes o causar la muerte.
Por ello, expertos recomiendan evitar salir en las horas de mayor sol, buscar ambientes refrigerados y mantenerse bien hidratado.
Para prevenir los efectos nocivos del calor, es fundamental trasladarse a lugares con aire acondicionado siempre que sea posible, vestir ropa ligera y de colores claros, y usar sombreros o gorras para protegerse del sol directo.
Además, realizar tareas físicas en las primeras horas de la mañana o en la tarde, y evitar la exposición prolongada al sol en las horas centrales, ayuda a reducir los riesgos.
El agua y las bebidas hidratantes con electrolitos son esenciales para mantener el equilibrio hídrico al sudar mucho. La sudoración, aunque puede resultar desagradable, es una de las principales formas en que nuestro cuerpo regula la temperatura. Sin embargo, en ambientes muy húmedos, la sudoración es menos efectiva, ya que la evaporación no se produce con facilidad, dificultando la disipación del calor.
Esto afecta en particular a bebés, personas mayores y gestantes, quienes tienen una capacidad limitada para sudar.
Además del clima, ciertos medicamentos pueden aumentar la sensibilidad al sol o reducir la capacidad del cuerpo para enfriarse. Medicamentos como antibióticos, antihistamínicos, fármacos para el corazón, antidepresivos o diuréticos pueden alterar la respuesta al calor, incrementando el riesgo de deshidratación o golpes de calor.
Por ello, quienes toman este tipo de medicación deben consultar a su médico antes de realizar actividades físicas o exponerse al sol.
En el caso de personas con problemas cardíacos o hipertensión, la exposición al calor puede provocar una caída en la presión arterial, mareos e incluso pérdida de conciencia si no se toman medidas de precaución.
Se recomienda reducir la intensidad de los movimientos, tomar descansos bajo sombra y mantenerse bien hidratados. Asimismo, es aconsejable evitar cambios súbitos de posición, como pasar de estar sentado a de pie rápidamente, para prevenir mareos.
Para disminuir el riesgo de quemaduras solares, es importante aplicar con frecuencia protector solar y usar ropa que cubra la piel. Quienes median o fuertes en la medicación también deben ser conscientes de que algunos medicamentos incrementan la sensibilidad a la luz ultravioleta, favoreciendo quemaduras y daños en la piel.
La tendencia a temperaturas extremas también afecta a la salud mental, puesto que la exposición prolongada a olas de calor puede causar fatiga, irritabilidad y problemas cognitivos.
Por ello, la comunidad médica insiste en la prevención y en el cuidado de las poblaciones vulnerables, como adultos mayores y personas con enfermedades crónicas.
La integración de políticas públicas que promuevan espacios públicos con sombra y sistemas de alerta temprana son pasos importantes para reducir los impactos de estas olas de calor en el futuro.
En suma, la adaptación a las cada vez más frecuentes ondas de calor requiere conciencia y acción tanto a nivel individual como comunitario. Siguiendo estos consejos, se puede disminuir considerablemente el riesgo de sufrir complicaciones relacionadas con el calor extremo y proteger nuestra salud en un clima en constante cambio.