Un descubrimiento en Nunavut revela fósiles de la especie de rinoceronte más septentrional de la historia, indicando que los animales cruzaron rutas terrestres desde Europa mucho antes de lo que se pensaba. Este hallazgo abre nuevas perspectivas sobre la migración animal en la era Miocena, hace aproximadamente 20 millones de años.
Hace millones de años, en lo que hoy conocemos como la región del Ártico, específicamente en las islas del norte de Nunavut, un pequeño rinoceronte sin cuernos de tamaño similar a un pony vagaba por los bosques, alimentándose de hojas en un entorno que hoy resulta inhóspito y congelado.
Este hallazgo, reciente y fascinante, ha sido documentado en un estudio publicado en la revista 'Nature Ecology and Evolution', donde se identifica a la especie como un nuevo representante de los rinocerontes antiguos.
Lo sorprendente de este descubrimiento es que establece un récord como el fósil de rinoceronte más al norte jamás encontrado y sugiere que las rutas de migración entre Europa y Norteamérica podrían haber estado abiertas durante períodos más largos de lo que los científicos habían supuesto hasta ahora.
El fósil, bautizado como *Epiatheracerium itjilik*, fue encontrado en el Cráter Haughton, una estructura creada por un impacto de un asteroide en Devon Island, a unos 1.600 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico. Los restos corresponden a cerca del 70% del esqueleto del animal, incluyendo dientes, mandíbulas y partes del cráneo, lo que permitió a los paleontólogos determinar que se trataba de una hembra en su fase adulta temprana o media, debido a las características del desgaste en sus dientes.
Este rinoceronte era significativamente menor que los rinocerontes modernos, con una altura en la cruz de aproximadamente un metro y un tamaño comparable al rinoceronte indio actual, que puede medir más de dos metros.
La especie carecía de cuerno, un rasgo que en los fósiles precedentes era frecuente, aunque en sus descendientes modernos es una característica distintiva.
La especie recibió su nombre a partir de una palabra en inuktitut que significa 'fresco' o 'helado', en honor a la cultura local y a los anfitriones inuit que colaboraron en la extracción de los fósiles.
Un aspecto particularmente intrigante del hallazgo es que, aunque en la actualidad se considera que una conexión terrestre entre Europa y América del Norte se rompió hace aproximadamente 33 millones de años, la presencia de este rinoceronte en la región del Ártico indica que tal vez estas rutas permanecieron abiertas durante más tiempo, permitiendo que animales cruzaran continentes en diferentes épocas del Mioceno.
La hipótesis del equipo de investigación, liderado por la paleontóloga Danielle Fraser y la paleobiológa Natalia Rybczynski, sugiere que, en ciertos períodos de la Era Miocena, incluso con presencia de hielo en las zonas polares, era posible que los animales atravesaran puentes terrestres o canales congelados.
El descubrimiento no es solo un avance en la comprensión de las migraciones animales prehistóricas, sino que también muestra cómo las condiciones climáticas y las conexiones terrestres han cambiado y han permitido el desplazamiento de especies en diferentes épocas geológicas.
La historia de los rinocerontes en Norteamérica es muy compleja; hace aproximadamente 20 millones de años, estas criaturas estaban mucho más extendidas y diversificadas, en un momento en que el planeta atravesaba un periodo cálido que facilitaba su desplazamiento y supervivencia en zonas templadas y subtropicales.
El fósil fue recolectado en la década de los 80 por la paleontóloga Mary Dawson, quien dedicó gran parte de su vida al estudio de los fósiles del Ártico.
Sin embargo, no fue hasta ahora cuando, tras décadas de investigación y análisis, se pudo identificar como una especie inédita. La dificultad radicaba en la rareza de encontrar esqueletos tan completos en un entorno glaciar y remoto como el del Cráter Haughton, donde las condiciones de congelación y el movimiento constante del suelo distorsionan y dispersan los restos.
Este hallazgo Amplía el panorama del conocimiento sobre la biodiversidad del Mioceno en las regiones árticas y plantea nuevas interrogantes sobre la posibilidad de que otros animales cruzaran continentes en épocas similares.
Los científicos esperan que la investigación continúe y que futuros hallazgos en la región puedan esclarecer aún más la historia migratoria de estas especies, fortaleciendo la evidencia de que las conexiones terrestres jugaron un papel crucial en la distribución de flora y fauna en la antigüedad.
En conclusión, la existencia de *Epiatheracerium itjilik* en el remoto Ártico representa un avance importante en la paleontología y la comprensión del pasado geológico del planeta.
La evidencia sugiere que las rutas migratorias entre Europa y América del Norte quizás no se cerraron tan pronto como se pensaba, permitiendo a diversos animales adaptarse y desplazarse en un período de condiciones climáticas variables.
Este descubrimiento no solo enriquece la historia natural de la región y la historia evolutiva de los rinocerontes, sino que también invita a replantear las teorías existentes sobre las conexiones entre continentes en el pasado remoto, con implicaciones que todavía están siendo exploradas por los científicos.