El desarrollo de robots submarinos para extraer minerales críticos en el lecho marino genera controversia debido a los posibles impactos ambientales y la falta de conocimiento sobre los ecosistemas profundos. Expertos piden una moratoria global mientras advierten sobre los riesgos para el clima y la biodiversidad oceánica.
En las últimas décadas, la demanda mundial de minerales críticos necesarios para tecnologías modernas, como baterías y energías renovables, ha llevado a un interés creciente en la exploración de recursos en las profundidades oceánicas.
Sin embargo, esta tendencia ha despertado una preocupación significativa entre científicos, ecologistas y comunidades internacionales, quienes advierten sobre los potenciales daños irreparables al ecosistema marino.
Uno de los avances tecnológicos más relevantes en este campo es el desarrollo de robots autónomos diseñados para trabajar en el lecho del océano sin interrumpir en exceso su entorno.
Empresas como Impossible Metals, con sede en California y una división tecnológica en Ontario, Canadá, están en la vanguardia de estos desarrollos.
Su robot submarino, denominado Eureka 2, utiliza inteligencia artificial para identificar y recolectar nódulos minerales, ricos en cobalt, níquel y manganeso, ubicados en el fondo del Océano Pacífico, a unos 16,1 millones de euros (20 millones de dólares) aproximadamente.
El robot está diseñado para operar con el menor impacto ambiental posible, evitando áreas con presencia de vida marina mediante un sistema de reconocimiento y cuarentena virtual.
Los ingenieros aseguran que la tecnología permite una mínima perturbación del sedimento y del ecosistema marino, lo cual es fundamental dada la escasez de conocimiento sobre la biodiversidad del lecho oceánico, considerada una de las más desconocidas de nuestro planeta.
A pesar de estos avances, la comunidad científica en general coincide en que la minería en las profundidades marinas representa un riesgo enorme para el equilibrio ecológico global.
En una carta publicada en la revista Nature, expertos internacionales, incluidos investigadores canadienses, solicitaron la imposición de una moratoria mundial sobre toda actividad de minería en las zonas fuera de jurisdicción nacional — que se extienden aproximadamente a 370 kilómetros de las costas— hasta alcanzar un acuerdo global que proteja estos ecosistemas.
Los científicos argumentan que las perturbaciones del fondo marino pueden liberar grandes cantidades de carbono almacenado, contribuyendo aún más al cambio climático que ya afecta a todo el planeta.
Además, señalan que la biodiversidad profunda, aún poco estudiada, puede ser víctima de daños irreversibles, comprometiendo posibles descubrimientos científicos que podrían ser fundamentales para futuras aplicaciones médicas y biotecnológicas.
El interés de empresas privadas y algunos gobiernos en explotar estos recursos responde a la urgencia de reducir la dependencia de minerales extranjeros, y a la percepción de que los fondos marinos ofrecen una fuente inagotable.
Estados Unidos, por ejemplo, ha emitido órdenes ejecutivas para facilitar permisos de exploración en aguas internacionales, en un movimiento que ha sido muy criticado por la comunidad ambiental.
Por su parte, la Unión Europea y Naciones Unidas han anunciado próximas conferencias para abordar la sustentabilidad de la exploración oceánica. Mientras tanto, organizaciones ambientales y activistas continúan manifestándose en distintos países, exigiendo una regulación estricta que priorice la conservación.
El conflicto entre el desarrollo tecnológico y la protección del medio ambiente en los océanos profundos representa uno de los desafíos más urgentes del siglo XXI, con posibles consecuencias globales que aún estamos en proceso de comprender y evaluar.