Un proyecto en Ontario busca transformar una amplia zona del este de la provincia en una reserva de cielo oscuro para reducir la contaminación lumínica y potenciar el turismo astronómico, una tendencia en crecimiento desde la pandemia.
En Canadá, existen varias reservas dedicadas a proteger el cielo nocturno y promover la observación astronómica. Ahora, un ambicioso proyecto en Ontario pretende ampliar esa lista y convertir una extensa región del este en una de las mayores reservas de cielo oscuro del país.
La iniciativa busca no solo preservar las estrellas, sino también impulsar el turismo astronómico, una actividad que ha experimentado un auge notable desde la pandemia.
Este esfuerzo, liderado por los activistas John Criswick y Dustin Johnston, tiene como objetivo principal reducir la contaminación lumínica que impide disfrutar del firmamento en las áreas urbanas y suburbanas.
La propuesta abarca aproximadamente 42,000 kilómetros cuadrados, incluyendo unos 75 municipios y más de medio millón de habitantes en la zona este de Ontario, desde Cornwall hasta Hawkesbury, pasando por localidades como Petawawa, Bancroft y el Parque Provincial Algonquin.
La idea es que esta amplia área sea certificada como reserva de cielo oscuro por Dark Sky International, una organización que avala regiones con medidas específicas para limitar la iluminación artificial que sobra en las noches.
La región propuesta excluye ciudades con poblaciones superiores a unos siete mil habitantes, dado que estas suelen tener mayores niveles de contaminación lumínica, pero busca involucrar a comunidades más pequeñas en una campaña educativa y regulatoria que promueva el uso responsable de las luces.
El problema de la contaminación lumínica tiene raíces en la creciente utilización de luces LED blancas y brillantes, que, además de obscurecer las estrellas, emiten una luz azul que afecta la salud humana y de los animales.
Según Bernie Hasselman, miembro de la Royal Astronomical Society of Canada, cerca del 2% del cielo nocturno se pierde cada año debido a estos contaminantes lumínicos, una tendencia que en solo un siglo ha transformado radicalmente la experiencia de la noche.
Antes, en las zonas rurales, era común poder contemplar la Vía Láctea a simple vista. Actualmente, muchas personas urbanas nunca han visto ese espectáculo natural, y solo quienes viajan a zonas alejadas del brillo artificial pueden experimentar su belleza auténtica.
La rápida adopción de luces LED más económicas y brillantes ha acelerado la pérdida del cielo oscuro, haciendo que la estrella polar, la constelación de Orión y otros objetos astronómicos sean cada vez más difíciles de observar.
El proyecto en Ontario apuesta por políticas que fomenten la iluminación responsable, como el uso de luces con tonos amarillos o ámbar, que reducen la dispersión de luz azul y benefician tanto a los humanos como a la biodiversidad.
Como parte de la iniciativa, se planea realizar en mayo de 2026 una “semana oscura” para conmemorar el 200 aniversario de la construcción del Canal Rideau, promoviendo actividades educativas y de sensibilización sobre la importancia de mantener el cielo nocturno.
Además, se organizarán eventos y festivales en diferentes localidades, como en Perth, Ontario, para congregar a la comunidad en torno a la observación astronómica y la protección del ambiente.
La región se presenta como un lugar privilegiado, con un cielo natural de gran calidad visual, que podría convertirse en un ejemplo a seguir en la conservación del patrimonio natural y cultural de Canadá.
A nivel internacional, iniciativas similares en lugares como Mont Tremblant en Quebec ya han logrado reconocimiento, y se espera que este proyecto en Ontario atraiga no solo a científicos y amantes de la astronomía, sino también a turistas interesados en experiencias ecológicas y educativas.
En conclusión, convertir una parte del este de Ontario en una reserva de cielo oscuro no solo ayuda a conservar la belleza natural del firmamento, sino que también representa una oportunidad para impulsar un turismo sostenible basado en la apreciación del universo.
La reducción de la contaminación lumínica tendrá beneficios para la biodiversidad, la salud pública y la cultura astronómica de la región, promoviendo un equilibrio entre desarrollo y respeto por la naturaleza.