Los esfuerzos por evitar la contaminación de Marte avanzan, pero la imposibilidad de sterilizar completamente a los humanos plantea preocupaciones sobre la presencia de microbios terrestres en el planeta rojo y las implicaciones para la vida marciana.

Aunque la superficie de Marte, como se muestra en las imágenes tomadas por los rovers de la NASA, parece un paisaje árido y desolado, la realidad es que la llegada de seres humanos al planeta rojo conlleva un riesgo importante de contaminación microbiana.

La comunidad científica ha comenzado a expresar mayores preocupaciones respecto a las implicaciones éticas y biológicas de estas penetrantes visitas humanas.

Uno de los principales desafíos en las misiones espaciales, especialmente en las de exploración planetaria, es la sterilización de las naves espaciales y equipos para evitar la transferencia involuntaria de microorganismos terrestres.

Sin embargo, la posibilidad de sterilizar completamente a los humanos es prácticamente nula, dado que nuestro cuerpo y nuestra piel están colonizados por miles de millones de bacterias y otros microorganismos.

De hecho, estamos constituidos en gran parte por estas formas de vida microscópicas, que forman una parte esencial de nuestra fisiología.

Investigaciones recientes, como un estudio publicado en la revista Microbiome en 2025, han analizado las condiciones en las salas blancas donde se preparan y esterilizan los módulos de aterrizaje y sondas que partirán hacia Marte.

En estos ambientes, se han identificado 26 especies de bacterias novedosas con capacidades de supervivencia que podrían resistir las duras condiciones del espacio exterior, como radiación solar y cósmica.

Estas bacterias presentan genes que potencian la reparación del ADN y la detoxificación, lo que las hace más resistentes a ambientes extremos.

Este aspecto geoespacial no es nuevo. Desde la misión Apollo 12 en 1969, se ha registrado un caso relevante. Los astronautas recuperaron una cámara del módulo lunar Surveyor 3, y en su interior se detectó la presencia de una bacteria común, Streptococcus mitis, normalmente encontrada en la boca y garganta humana.

Aunque en ese momento se atribuyó a una contaminación posterior a la recuperación, aquel evento revela la resistencia potencial de algunos microbios al espacio, y plantea dudas sobre qué tan encubiertos podrían estar en nuestro equipamiento destinado a explorar otros mundos.

De hecho, un estudio posterior de la NASA en 1998 sugirió que esa bacteria pudo haberse quedado en la carga como resultado de procedimientos de limpieza insuficientes, pero no cerró la puerta a la posibilidad de supervivencia microbiana en ambientes espaciales.

La dificultad de esterilizar por completo a los humanos es aún mayor si consideramos que tenemos en nuestro cuerpo microbios que llevan toda la vida con nosotros y que continuamente se liberan en nuestro entorno.

Estas microlesias viajarían con nosotros en cualquier misión tripulada a Marte, llevando no solo bacterias inofensivas, sino potencialmente patógenos y organismos capaces de alterar el ecosistema marciano.

Actualmente, misiones como el rover Curiosity están recolectando muestras de suelo para analizar posibles signos de vida pasada o presente en Marte.

Sin embargo, la NASA ha considerado cancelar las futuras misiones de retorno de muestras, lo que complicaría la identificación definitiva de microbios nativos del planeta.

Marte dejó hace miles de millones de años un pasado de condiciones cálidas y húmedas, con lagos, ríos y océanos. Durante aquella era, que ocurrió hace aproximadamente tres mil millones de años, la Tierra estaba en pleno proceso de desarrollo de vida, y la duda sobre si Marte alguna vez albergó forma de vida sigue en pie.

La exploración de áreas subterráneas, donde el agua puede persistir, aún no ha sido exhaustiva, y podría ser la clave para detectar organismos fósiles o actuales.

El debate ético sobre la exploración humana y la posible contaminación de Marte está en auge. La historia de la ciencia ficticia, como en "La guerra de los mundos" de H.G. Wells, muestra a los invasores extraterrestres enfrentados a nuestra propia biología vulnerable, como el resfriado común. Pero en la realidad, nosotros somos los invasores, trayendo nuestras máquinas y microbios a otro planeta.

Si en algún momento se descubre que Marte alberga vida, la decisión de continuar con colonización y exploración se vuelve aún más compleja. La preservación de la posible vida marciana y la protección de su ecosistema natural deben ser prioridades éticas antes de considerar asentamientos humanos, que inevitablemente traerán microbios terrestres.

La reflexión sobre estos aspectos será crucial para definir el rumbo de la exploración espacial en las próximas décadas, garantizando que nuestra curiosidad no comprometa la integridad de otros mundos.